Memorias sobre el comercio en Cuenca

Locales centenarios que han servido a la ciudad y crecido con ella, en su desarrollo. Algunos fueron semilla de grandes empresas

La historia del comercio en la región, inserto en su desarrollo, se ilustra en un libro publicado por la Cámara de Comercio de Cuenca y en un memorial inédito, de Flor María Salazar, químico farmacéutica que laboró mas de 67 años en la Botica Olmedo, a propósito de los cien años de la Cámara, celebrados recientemente.

El libro se basa en investigaciones del historiador Juan Cordero íñiguez, quien recuerda que aun antes de la llegada de los españoles, los aborígenes cañaris utilizaron como moneda las conchas spóndylus de la costas de Manabí.

En la colonia, Cuenca fue un importante centro comercial por el ganado que se enviaba hasta Lima y la producción abundante de un tejido textil llamado “tocuyo”. En el siglo XIX la economía local creció por el tejido del sombrero de toquilla al que se dedicaban, mayoritariamente, las mujeres y lo exportaban empresarios como Miguel Heredia; y, también, por la venta de la corteza vegetal llamada cascarilla, extraída de la Amazonía, para elaborar la medicina contra el paludismo.

Esos ingresos influyeron en la construcción de viviendas de arquitectura francesa que transformó la ciudad. A comienzos del siglo XX, los comerciantes impulsaron la introducción de servicios como el ferrocarril, el telégrafo, la banca, el transporte por automóvil. Federico Malo, fundador de la Cámara, fue el precursor de las casas de cambio.

Las décadas de los años 1940 en adelante son recordados por el relato de la doctora Salazar, sobre los personajes que ejercían el comercio desde comienzos del siglo XX y el género al que se dedicaban. De estos negocios hay los que todavía perduran, algunos como grandes empresas.

Entre los más antiguos está el almacén de Luis Rodríguez, (en la calle General Torres y Sucre), fundado en 1918, para la venta de múltiples artículos; los almacenes Juan Eljuri, de 1925; Tosi, de la línea textil, de fabricación propia, son contemporáneos; e, igualmente, boticas como la Central (fundada por Benjamín Gaspar Sojos) y la propia Olmedo.

Entre otros comercios menciona el almacén de Luis Cornejo, que vendía desde tornillos hasta armas; el bazar de Antonio Vivar, de apodo el “Qué color”, porque siempre preguntaba eso a sus clientes; el de Lizardo Jaramillo; el de José Eljuri Chica; la papelería “La Reforma”, de Enrique “el mono González”; el taller de modas “Para ti”, de Tula Cordero.(AVB)-(F)

La confianza, un factor para crecer

Una forma de ejercer el comercio era que las grandes empresas concedían mercadería a algunos de sus empleados, con descuentos, para que puedan a su vez, revenderla. Así se establecieron otros comercios, a veces respaldados en créditos de la Cámara de Comercio, con intereses bajos.

En 1945, antes que haya gasolineras, la gasolina se almacenaba en tanques abiertos. Una vela cayó dentro de uno de ellos y causó un incendio que destruyó tres casas y causó muertes. La Cámara de Comercio impulsó crear el Cuerpo de Bomberos y lo lograron a los 52 días de esta tragedia.

Antes como ahora, la planta baja del orfelinato Antonio Valdivieso tuvo numerosos locales comerciales; en la planta baja de la Ex-Escuela Central funcionó el monte de piedad para el empeño de prendas; las “Grimanesas” como llamaban a las “señoritas Carrión”, vendían cintas, hilos, encajes, etcétera. (AVB)-(I)

Cambios llegados con el crecimiento urbano

En el recuerdo de Flor María Salazar están negocios, algunos que ya no están y otros que subsisten, como la librería de Isaac Ulloa, después de Humberto Reyes, especializada en buenos libros; los almacenes de José Ugalde Jerves, Benigno Vázquez, Modesto Casajoana o el del señor Malo Moscoso; la clínica Vega (en la calle Bolívar) que aún existe; las boticas Industrial, Popular, Bayer, la del Mercado.

Hubo un negocio emblemático, de Emiliano Donoso, un gran almacén en San Francisco donde se podía conseguir desde telas, zapatos, gasolina, pólvora, papel, tintas, libros y más. Con el tiempo, las tiendas se fueron especializando.

Eran tiempos en que las panaderías estaban solo en tres barrios: San Sebastián, El Vado y Todos Santos y para comprar el pan había que desplazarse hasta allá. Igualmente, había pocos restaurantes y una sola pastelería, la de Tomás Rodríguez. (AVB)-(I)

La odisea del transporte

Para ejercer el comercio había que traer la mercadería de Guayaquil. Como no había carreteras ni puente sobre el río Guayas había que traer la mercadería en balandra o gabarra hasta Durán, de ahí en tren hasta El Tambo y a continuación en camiones.

Hubo un tiempo en que en Cuenca no había importadores, todos los contactos debían hacerse en Guayaquil, ciudad portuaria, cuyos líderes se oponían a la apertura de puertos en Manta y Puerto Bolívar.

El retiro de mercaderías de la aduana era un tramite engorroso. La traída de mercadería se hacía mediante consignatarios. (AVB)(I)

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