Escritura en pandemia

Con el microcuento OLVIDO, el joven escritor lojano, radicado en Quito, Diego Alejandro Gallegos Rojas (Godié) ganó el primer lugar del concurso interno realizado por el Club de Lectura del Fondo Económico de Cultura, “Carlos Fuentes”.

El segundo puesto fue para Iván Rodrigo Mendizábal, autor del microcuento UN VIAJE.

Para garantizar la seriedad del concurso, los participantes fueron identificados con un número, de acuerdo al orden de cómo enviaron sus microcuentos.

Estos trabajos literarios fueron remitidos por Natalia Meneses a la renombrada escritora argentina, Agustina Bazterrica, autora del libro premiado: Cadáver exquisito (2018).

Es que, contrario a los concursos convencionales, esta vez se buscó la opinión de Bazterrica, quien envió su veredicto vía digital.

Me gustaron mucho “Un viaje” y “Olvido”. Me parece que “Olvido” gana porque es un micro cuento bien logrado, con una sola frase logra transportarnos a un universo de ciencia ficción que ya me dispara muchas preguntas: ¿Por qué se olvidó? ¿Cómo es posible? ¿Cómo hace la gente para vivir conectada? ¿No tienen una batería de soporte por si pasan estas cosas? Lo veo al protagonista al borde de la muerte intentando agarrar el cable al último segundo y no pudiendo. Gran micro cuento. “Un viaje” también me gustó. Le daría un segundo premio o mención.”

Los otros concursantes fueron: Diana Carolina Mendoza Hernández, Grace Vásquez, Mayeli Espinosa Ríos, Fabrico Guerra Salgado, Mónica Coronel, María José Chiriboga Ante, Óscar Guaygua, Camila Téllez, Adrián Grimm, Lorena Almeida Saona y Mayra Aguirre Robayo.

Ellos tienen un alto conocimiento del oficio de la escritura, no son principiantes. A su manera, tienen también experiencia literaria, pues han hecho de los libros, de la lectura, de la escritura una pasión de vida.

Todos los cuentos que fueron parte del concurso están publicados en la revista literaria digital Máquina Combinatoria bajo el título: “Clepsidra: trece historias sin tiempo”, constituyéndose así en su primer ebbook.

Los microcuentos están ilustrados, incluyendo la portada de la revista, por Sergio Rodrigo Vaca.

Vigencia virtual

En el correspondiente prólogo se expresa que la pandemia del Covid-19 “hizo que el tiempo de la cotidianidad se detenga y la vida misma cambie en todo sentido: el encierro se hizo normal, las relaciones se empezaron a virtualizar, el aire en el imaginario se tornó peligroso, al punto que todos deben ir enmascarados”.

Recuerda que el Club de Lectura del Fondo Económico de Cultura, en actividad desde 2018, no ha cesado de reunirse en medio de la pandemia de manera virtual, haciendo lo que más les motiva: literatura.

Y lo han hecho ideando historias, impulsados por Natalia Meneses, coordinadora, además de profesora, lectora y animadora. “Sí, pequeñas historias cuya condición es que nos haga fluir por diversos tiempos, a distintos momentos, a variedad de situaciones e imágenes”.

¿El resultado de ese primer ejercicio creativo? Un ebook al que le titularon Clepsidra, como recordatorio de las clepsidras, esos “viejos dispositivos (de agua) con los que se medían el tiempo”.

Hoy –se dice en el prólogo-, la clepsidra es la imaginación: los cuentos que se presentan… juegan con el ritmo, con las pulsaciones, con los hálitos, con el tiempo interior”, en los que sus autores “han jugado con las palabras para crear mundos o sensaciones”.

Sobre el jurado, se reitera que se trató “más que un jurado al estilo de los concursos convencionales, la opinión de una experta para guiar el tiempo narrativo de las historias, para exaltar aquella historia, aquel cuento que provoque la sensación de que la clepsidra deja pasar el último grano del tiempo, para provocar un nuevo lapso”. (JDF)-(I).

LOS MICROCUENTOS

OLVIDO.-

Alejandro Gallegos -GODIÉ

El resultado de la autopsia fue que Yafo murió porque se olvidó de conectar el cargador del celular a la arteria de su corazón. (Primer lugar)

UN VIAJE

Iván Rodrigo Mendizábal

Era tan sencillo como dar marcha atrás, pero Joel se empecinó en apretar el botón de velocidad. Cuando vimos que las estrellas ya no eran puntos, sino haces de luz que de pronto desaparecían ante nosotros, sumiéndonos en plena oscuridad, tomamos conciencia de la dimensión de tal hazaña.

Aletargados y con los ojos nublados, pronto vimos un planeta completamente verde, hermoso. Y fue ahí que nos dimos cuenta que estábamos en el estómago de un gigantesco monstruo transparente. (Segundo lugar)

DESPUÉS DEL SILENCIO

Diana Carolina Mendoza Hernández

Sin embargo, ya no quería hablar con nadie. Hacía tanto tiempo que no hablaba que su boca fue acostumbrándose a abrirse solo para comer. Su forma de comunicación más usual era el teclear y no comprendió cómo algunas personas tenían la habilidad de iniciar una conversación, mientras ella aún no se atrevía a separar los labios. Ya no recordaba el sonido de su voz.

LA GATA DETRÁS DE LA VENTANA

Grace Vásquez

Ese día desperté siendo un recuerdo. Dejé de ser piel cálida, aroma a café recién pasado, mirada intensa color hierba, la reseña de un buen libro. Sentía cómo me desvanecía, confundía y enredaba entre calles sin salida, conversaciones inconclusas y facturas del supermercado.

Ahora solo soy una sonrisa cómplice que aparece escondida en una vieja fotografía o al final de una canción, quizás y con suerte el pretexto de un cuento corto. Y, aunque grito muy fuerte para escapar de su cabeza, solo recibo el eco de mi propia voz. Ingrato destino para tanto amor.

IDO

Mayeli Espinosa Ríos

Este hombre del que hablaré a continuación tenía a sus pupilas nadando en una esclerótica menguante. Su piel era un valle de ríos secos y de sus hazañas quedaron esquirlas desordenadas en su cara, una cara ansiosa de vicios. ¡Qué luna bella reflejaba su mirada! No tuvo más remedio que volverse chiquito y servirse como pestaña, al borde del abismo, quedando a la merced de nuevos guiños, pero incapaz de volverse a extraviar.

NUNCA SE PUDO

Francisco Guerra Salgado

Querer no es poder. Bruno lo sabe a cabalidad, como también sabe que todas las frases hechas, que transmiten vitalidad y entusiasmo, de nada sirven cuando se colisiona de frente con la realidad. Entonces, el andamiaje conceptual que siempre creímos firme, tambalea, pero sin terminar de derrumbarse del todo. Quedando, eso sí, tan averiado que apenas logra sostener de forma precaria, cuando no tragicómica, lo que va quedando de nuestras destartaladas vidas.

CIRCUNSTANCIA

Mónica Coronel

Despertó y se dio cuenta que no estaba sola. Y, a partir de ese momento, su vida cambió para siempre.

METÁFORA DE LA VIDA Y LA MUERTE.

María José Chiriboga Ante

o pasa nada —le dijo el Sol a la Estrella que no paraba de llorar. Pero ella no estaba tan segura, sentía que su luz ya no era la de antes y que nadie miraba ya el cielo. —¿Qué pasa si me apago? —le preguntó. Y el Sol contestó: —Cada sentimiento, cada palabra, y cada vez que has dado la luz, ha valido la pena. Y juntos siguieron brillando en el firmamento.

COMIDA

Óscar Guaygua

La comida para gatos y perros va en aumento”, pensó… “¡Qué coincidencia! Ya no hay tantos cuerpos de animales en las carreteras”.

GUERRA DEL PLACER DESEADO

Camila Téllez

Infierno: abrir los ojos, estar ciego. Gritar ayuda. Mover el brazo, sacar la aguja. ¡Despierta! Estás despierto, la luz no llega, el color no existe. Lo has entregado. Un vuelo por un sentido. El precio es alto, lo ha valido. El infierno soy yo, son mis ojos, mi existencia, mi fin, mi amor…

ADRIÁN GRIMM

He perdido la estructura del microcuento. Mala idea ponerla en aquel bolsillo. Años y chaquetas rastreé, ¡Tantas lunas! Y gatos y… sombras…

O… ¿Se habrá hecho pelotita en la lavadora?

EL SECRETO DE SU MIRADA

Lorena Almeida Saona

Su día finalmente llegó. Con sus ojos negros penetrantes y profundos veía desconcertado a su ardiente final. Pero, cuando ella lo miró fijamente, a sus ojos, él solo pudo percibir, escalofríos y un extraño frenesí. Ella, con su piel de armiño y su dura expresión en su mirada verde azulada, se sintió desnuda ante sus ojos y una extraña sensación de éxtasis, invadió su cuerpo, y se sintió descubierta. Alzó su dedo índice derecho y, a dos metros de aquella fulminante cámara, solo pudo girar su dedo, casi imperceptiblemente, hacia la derecha, al estilo que el ángel de la muerte le enseñó.

MINERVA

Mayra Aguirre Robayo

Era una criatura voraz. Saltaba de templo en templo, conversando con los pájaros. Solía dormir sola y velaba por su quietud. Minerva contaba a sus amigos que siempre le asistían versos dormidos de poetas muertos. No comentaba sus nombres y sembraba huellas de danzas nocturnas. Minerva miraba a los ojos y se adjudicaba memorias de pieles amantes que acumulaban dudas. No se creía Diosa.

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