Hoy que el poder en la nación más poderosa del mundo, los Estados Unidos, cambia de timonel, vale insinuar sobre cuan pasajero suele ser ejercerlo, ostentarlo, y aún retenerlo a toda costa.
No siempre fácil de obtenerlo, cuando se lo consigue, el poder obnubila, y mucho más si no se tiene vocación democrática, sobre todo en su alternancia.
Quien lo ejerció en ese país, Donald Trump, lo deja, acaso resentido, acaso sin remordimiento por los últimos acontecimientos; pero sí, convencido de que podía retenerlo, incluso con desafueros, con desafíos y una pusilanimidad propia de seres megalómanos, que se creen todo poderosos, cuando no, dioses de Olimpos que solo caben en su imaginación.
En países donde está permitida la reelección por una sola vez sobreviene la apetencia por retenerlo sin importar el cómo. Si el pueblo determina lo contrario no siempre se lo acepta, y es antesala hasta de sutiles conspiraciones.
En otras naciones, con pueblos sometidos, empobrecidos, o tomados como clientela electoral a cambio de dádivas, e inculcando el miedo, el poder se enraíza en quien lo ejerce.
Si lo permiten, se está a las puertas de las llamadas “dictaduras democráticas”, capaces de gobernar, como dicen quienes las dirigen, cincuenta, cien, o más años. Y para retenerlo crean un entramado jurídico, difícil de vencerlo. A quienes se atrevan a hacerlo les espera el confinamiento o la persecución en su propia patria.
El poder, sí, el poder, es tan apetecido. A él se llega en una lucha sin cuartel, ofreciendo de todo a las grandes masas, que no siempre tienen plena conciencia política, y hasta cobijados en un manto de mojigatería, sobre el cual se esconden otros intereses, que al final son los que priman en la toma de decisiones.
Ecuador está a las puertas de elegir a quien ejercerá el poder a partir del 24 de mayo de 2021. Los aspirantes son 16. Han debatido. Si bien los debates, por lo general los ven quienes ya decidieron por el que votarán, es de esperar una oportuna reflexión para entregar el poder a quien lo ejerza con prudencia, que no lo degenere y se degenere él mismo, y que piense en las grandes mayorías.