Cuba se veía desde el aire como un enorme y verde lagarto estático en medio de una mar turquesa y salpicado por blancas espumas en las crestas de olas que golpeaban los costados de las playas. Cuba es como eso, pensé en el descenso. Siempre esperó como lagarto hambriento para dar su dentellada que saciara el hambre impuesta por una revolución fracasada, utópica, inaudita y cruel de los Castro, que me parecen aviesos delincuentes y criminales. Mis primeras impresiones. Un aeropuerto desvencijado, viejo con gente bullangera enfundados en típica gabardina de camuflaje, claro, si la misma revolución es camuflaje. Encaramado en un auto viejo de aquellos americanos de los 50 llamados almendrones, muy bien conservado por fuera, aunque el motor ya no tenía el regio sonido del V 8, sino el tableteo ridículo del motor a diésel, nos dirigimos a mi aposento en la vieja Habana, desplazándonos por el conocido y mítico malecón. Calles estrechas y edificios que alguna vez fueron señoriales y hermosos, lucían tal vejez y maltrato, entendible por décadas de martirio y pobreza, que llamaba a compasión. Hermosas mansiones que se quedaron en manos de sus dueños luego de la revolución barbuda y descendientes sin posibilidad de venderlos o administrarlos, se dividieron de forma burda y espantosa, pues pasadas generaciones, unos tenían la antigua sala, otros los dormitorios, tapiaron ventanas, alguna vez regios escaparates que daban a la calle y muchos se dividieron a través de muros y paredes, convirtiéndose en vericuetos infames sin baños y exentos de la más elemental infraestructura. La finca vigía, era también mi meta. En ella vivió Hemingway su época de islero. Allí se emplazaron misiles rusos en la encrucijada bélica que sorteo el mundo. Casa simple y cómoda del gran escritor y periodista de guerra. Allí escribió el viejo y el mar entre rumba y ron de por medio con pescadores, de quienes sacó ideas para su afamado libro. Para llegar al sitio, contraté un hombre y su almendrón. Le gustaría que le proporcione mujeres, me dijo sin preámbulos. ¿Mujeres? Más por curiosidad y para saber de precios de estos menesteres, le conteste ¿que tienes? Tengo una de 38 años linda y una bella muchacha de 18, dijo extendiéndome un par de fotos de cuerpo entero, donde se lograba ver dos muy hermosas mujeres, provocativas y sonrientes. Se las lleva a quien quiera, por 40 dólares, dijo sin el más mínimo empacho. Son seguras y confiables “Para ser sincero te diré, chico” la una es mi mujer y la joven mi hija, declaró con desparpajo. Es la única manera de sobrevivir y tener para algo en esta vida de mierda, termino moviendo la cabeza con real mueca de aceptación y resignación cierta y bronca. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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