Refugios de la pandemia (19)

Con el necesario preámbulo desarrollado en una entrega anterior, vamos a aproximarnos a las diferentes piezas que conforman LOS HIJOS DEL BOSQUE. 


Empezamos por las 10 de la Primera Sección CANTARES. Se abre con una breve obra maestra DOLORES, que el lector intuye versará sobre nuestra insigne poeta romántica Dolores Veintimilla de Galindo.  Es un relato, que mezcla la reacción de un grupo indiferente de colegiales contemporáneos y la situación emocional destrozada de las últimas horas de la escritora. Texto conmovedor, sí, pero la hondura de su realización lírica es tal, que el lector atento se deja envolver por su delicada factura, y en su ánimo ya queda solo la imagen de la mujer suicida “pálida como las magnolias”.


PERECER SIN RETORNO nos trae la imagen de Juan Montalvo erguido hasta la muerte, indomable, pese a sus achaques.
VIOLA construida dos voces narrativas, nos pone ante el abandono de la mayor de las intérprete y compositora popular de América Latina, Violeta Parra, y su trágico fin. La fuerza poética de Moreno se soporta en la belleza de unas pocas líneas de la gran mujer.
Frente a estos personajes públicos, surge FILOMENA, una mujer anónima, sola, abandonada, alguien a quien nadie va a extrañar después de muerta. Sonia se conmueve ante esa figura sin relieve, preguntándose “¿Acaso vivió alguna vez?”
EL CUADRO evoca la memoria de un pintor, siempre con infinita poesía.


El tema de la soledad y el abandono reaparece con intensidad expresiva en LA  CASA.

El desesperado grito de los caracoles perseguidos por los niños, se eleva tristemente en MOLUSCOS.
ESPEJISMO es una imagen preciosa del paso indetenible del tiempo.
SANDUNGA, delicada evocación de la muerte de una mascota, tiene sentidas pinceladas de personificación.
Y cierra el primer apartado IRRUPCIÓN, algo como la memoria de la empleada doméstica, enfrentada a los invasores niños y adultos en visita a la casa; como siempre, con una dosis única de delicado lirismo.
Mayormente, el conjunto trata de temas ordinarios de la existencia ce la gente común, pero alcanza un alto nivel expresivo por la forma en que Sonia usa la lengua de los textos, como si cada uno de ellos fuese un poema de lo cotidiano. ¡Admirable vocación por lo sutil y lo humano! (O)
 
 

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