De cabello corto y algo alborotado, vestida siempre de pantalón, camisa, abrigos largos, de palabras contadas, corta en su expresión hablada, infinita en la expresión de sus manos, la recuerdo en el parque de San Sebastián con poncho, dando de comer a las palomas; maestra de mi madre, mi hermana, de mi hija, fue quien de alguna manera sentencio el arte en Rafaela (mi hija) “ella es una artista” me decía, como quien veía más allá de ese momento, más allá de esa pequeña de seis o siete años
Me encantaba ir a recoger de sus clases a Rafaela, llegar a esta gran casa de paredes blancas con pilares y marcos de ventanas azules, con geranios y plantas colgando del balcón, el patio interno desordenado, con árboles y plantas tradicionales: un floripondio, pienso que había también un árbol de magnolia, ruda, romero, en fin, dos o tres perros siempre ladrando, un puentecito por el cual uno cruzaba tras subir las gradas y si finalmente la buhardilla o altillo el lugar donde la maestra trabajaba; pinceles, lienzos, un mundo infinito de formas y colores, un pequeño santuario donde la expresión humana, el lenguaje del alma se daba cita
Me parecía que todo su ser despedía un aroma de rebeldía, anarquía de alguien que no se conforma, que no le interesa encajar, dar gusto, hacerse a los demás, era fiel a ella misma y con eso le bastaba, con el tiempo la conocí mas a profundidad llegando a valorarla y admirarla enormemente ya no solamente como la pintora, la artista, sino como esa mujer de apariencia rebelde que bajo sus largos abrigos cubría una ternura infinita
Su pintura da muestra de ello, sus obras son de una sensibilidad exquisita, tiernas, delicadas, dulces, femeninas, los matices logrados en sus acuarelas, su transparencia, su sutileza, sus tonalidades, sus reflejos, su luz y sombra, la ternura en los rostros de sus niños, la belleza en sus flores, sus pájaros, una mirada observadora y atenta, la obra de la maestra tiene el sello de la compasión la ternura y la belleza.
Y se fue la pintora… vaya tranquila en su viaje de regreso a casa Maestra, vaya tranquila que pinto lo que tenía que pintar, nos descubrió un mundo de matices, de sutileza y transparencia, su tierna rebeldía, su infinita compasión, su búsqueda incansable de la belleza y ahora seguro el Creador le espera con infinitos matices y un gran lienzo blanco para seguir pintando. (O)