«Justicia, nosotros solo queremos justicia». Esa es la frase que más se ha repetido a lo largo del fin de semana en la localidad peruana de Ayacucho, donde nueve personas han fallecido durante las protestas y en la que este lunes, tras varias jornadas de incertidumbre, el Gobierno ha decretado un toque de queda nocturno.
«Ahora solo quiero decirle a mi hermano ‘hasta pronto hermanito’, yo sé que todos vamos a legar a esto», le dijo a Leonardo Ancco Chacca, de 32 años, uno de los fallecidos, su hermano.
Apenas unos segundos después, el hermano de Ancco fue incapaz de contener la emoción y se lanzó a abrazar el ataúd de su hermano, mientras le pedía -fiel a las tradiciones andinas- que no olvidara a su hija.
En el corazón de los Andes, y a 2.700 metros de altura, su voz resonó en todo Ayacucho, que significa «el rincón de los muertos», en quechua, y, abrazó su féretro blanco.
Ancco Chacca ahora reposa en el cementerio local junto a las otras ocho personas que murieron en las protestas que comenzaron tras el fallido autogolpe del destituido presidente Pedro Castillo el 7 de diciembre y que estallaron definitivamente hace ocho días.
En el caso de Ayacucho, el pasado jueves se convirtió en uno de los epicentros de las protestas cuando un grupo de ciudadanos trató de asaltar el aeropuerto Alfredo Mendívil Duarte y fueron repelidos por los militares allí apostados.
Según distintos videos que se difundieron posteriormente en redes sociales, los militares abrieron fuego contra los manifestantes, quienes habían entrado a la pista de aterrizaje por diferentes frentes.
Sus dolientes ahora aseguran que «fue asesinado por arma de largo alcance» el pasado jueves, en los enfrentamientos que se produjeron tras el intento de ocupar el aeropuerto.
Ese fue el primer día en que entró en vigor el decreto de emergencia dictado por la presidenta Dina Boluarte, lo que, entre otras cosas, da potestad a las Fuerzas Armadas de intervenir en apoyo de la Policía.
Precisamente, los agentes apostados en el aeropuerto de Ayacucho fueron los primeros en denunciar que estaban recibiendo disparos de los manifestantes.
En Ayacucho, estas escenas despiertan las peores pesadillas. Durante el conflicto armado interno (1980-2000) desatado por el grupo terrorista Sendero Luminoso fue el epicentro de la violencia.
Según el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), cerca de 70.000 personas fallecieron en Perú y el 40 % de ellas eran de Ayacucho.
«QUE HAYA JUSTICIA»
«Que haya justicia para estos malditos que le han hecho esto a mi hermano y a muchos hermanos ayacuchanos. Pido justicia para todos los hermanos ayacuchanos que están sufriendo ahora tal y como estoy sufriendo yo», clamó el hermano de Ancco.
Tras él, tomó la palabra otro vecino en el cementerio. Portando un cartel en el que podía leerse «Dina Boluarte, asesina», recordó a otra de las víctimas, a quien catalogó como «un joven totalmente humilde, señores».
«Ahora es cuando Ayacucho tiene que apoyar. Denle una mano señores. Hoy por nosotros, mañana por ustedes. ahora es cuando necesitamos una sola voz, una sola fuerza, por eso yo valoro a nuestro hermano», sostuvo en pleno velorio.
Y concluyó: «A pesar de ser de Cuzco, se ha parado en el sitio de un ayacuchano y nunca se ha rendido. Él es un padre de familia, entiendan esto, aquí están su hija y su pareja, destrozados».
Entre discursos y lamentos, todos apelaron a la tradición de organizaciones sociales para gritar al unísono: «Cuando un hermano muere, nunca muere, cuando un luchador social muere, nunca muere».
No quisieron tampoco dejar pasar la oportunidad de sumarse a otro grito clásico: «Leonardo Ancco Chacca presente, presente, presente».
Tendrán que esperar para ver si sus voces son escuchadas mucho más allá de la cordilleras, donde los Andes desembocan en el océano Pacífico y emerge Lima, una metrópolis de casi 11 millones de habitantes en la que, en ocasiones, las voces lejanas no encuentran eco. EFE