En Alausí, lentamente va llegando el silencio, la loma del recuerdo, implacable con su tierra, ha cubierto para siempre a aquellos que, hasta hace pocos días, cantaban, sembraban, reían y cosechaban. El trabajo heroico de la policía, los rescatistas, los parientes e incluso los animales domésticos da paso a la expectativa sobre cómo se va a resolver la situación práctica, existencial de aquellos que quedaron huérfanos. Y la fundación ARCA pide que los cuencanos abran sus puertas y su corazón a las mascotas que lograron salvarse; pero, recordamos la frase de San Juan de la Cruz “el amor que no cansa ni se cansa” y es así cómo volvemos a reclamar, insistir, resistir, ante las autoridades que tienen la obligación de la prevención. Vivimos en un país de lamentos diarios, de culebrones procaces en las redes sociales, con el narcotráfico enquistado en los más altos sitiales de poder, por eso y por mucho más, debemos no permitir que la efervescencia de la tragedia desaparezca. Alausí sigue necesitando; nuestro país se disemina por dentro y por fuera, por lo tanto, el proceso, el tesón, la necedad de la resistencia y rebeldía es la única esperanza. Nos referimos a esa rebeldía moral de no dejar que todo vuelva a la normalidad, por ello tenemos que actuar, cada uno desde su espacio, mi amable lector. La solidaridad se impone. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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