La estrategia de revertir un estigma arraigado durante años ha adquirido, como suele suceder en los esfuerzos de difusión de iconografía y simbolismo a través de la red, una vida propia. El propósito de reunir y revitalizar a la militancia de la Revolución Ciudadana, e incluso encontrar a aquellos que se han mantenido un tanto distanciados, ha generado resultados interesantes que merecen un análisis más detallado.
Los símbolos en la política son fundamentales debido a su capacidad para transmitir contenido en una sola imagen. Por ejemplo, la correa en 2006 fue un símbolo de lucha contra la corrupción y la partidocracia. Los zapatos rojos en 2021 se convirtieron en la imagen del encuentro. El fin de semana pasado las redes sociales se llenaron de imágenes de borreguitos u ovejitas generadas por inteligencia artificial. El conjunto original de 4 o 5 gráficos contenía el concepto de campaña de la Revolución Ciudadana que giraba en torno al “resurgimiento” de la salud, la educación, la producción, el turismo, entre otros aspectos. Este era un esfuerzo por darle una connotación más tierna al término peyorativo «borrego correísta», y a su vez comparar lo que existía antes con la carencia que se siente ahora. Al menos esa es la narrativa.
El efecto en la militancia correísta fue la identificación con esta iconografía y, al mismo tiempo, como ocurre con los memes en política, la co-creación de sus propias figuras e imágenes personalizadas, las cuales se convierten en una manifestación en sí mismas. La gente solicitaba un borreguito migrante «en representación de todos los que tuvieron que abandonar el país», o una ovejita maestra «para que regresen las becas». Así, los mensajes que se difundieron con la etiqueta #MeeeeeGusta crecieron tanto en cantidad como en contenido, reforzando la idea central de revertir el estigma hacia una representación más suavizada y tierna, restaurando el orgullo de los seguidores de la revolución ciudadana y recordándole al resto de la población los logros alcanzados durante la administración de aquellos años.
Lo interesante de esta estrategia es que se convirtió en noticia. No hubo político que no la viera, ni periodista que no la mencionara, cada uno desde su propia perspectiva. Algunos utilizaron textos bíblicos, otros mencionaron a los borreguitos ausentes, como el intolerante con la prensa, el prófugo en Bélgica o el preso por Odebrecht. Las conversaciones, tanto positivas como negativas, no dejaron pasar desapercibido el fenómeno.
Ejercicios como este mantienen a los votantes en expectativa, a la espera del siguiente paso. Si las otras campañas no presentan algo diferente, la agenda quedará en manos de las ovejitas. Al final, esta es una breve carrera de resistencia en la que los ciudadanos se acercarán a las urnas con su cédula de identidad en una mano y el celular en la otra, junto con todos aquellos estímulos que hayan logrado memorabilidad. (O)