El padre Ángel María Iglesias Amoroso y la “Teología de la Liberación”

A menos de un lustro de la clausura del Concilio Vaticano II, que por si trajo una significativa renovación de la Iglesia Católica, surgiría la primera corriente Teológica moderna de importancia, fuera de los países tradicionales europeos, que comenzaría a elaborar por primera vez durante siglos, Teología fuera de los grandes centros teológicos habituales.

Con identidad Latinoamericana y bajo la denominación de “Teología de la Liberación”, levantaría voces para mostrar una “propia realidad histórica y social” a enmarcarse bajo la concepción de la liberación de los “pobres, relegados y marginados”, no desde el tradicional accionar político o social, sino, desde la evangelización y la fe.

Conceptualizaba: “…si la fe es un compromiso con Dios y los hombres, y afirmamos que la teología es inteligencia de la fe, debemos entender que la fe es inteligencia de ese compromiso. La teología no es primero, lo primero es el compromiso. EL COMPROMISO QUE ES PRIMERO, ES ACCIÓN…”.

Significativo concepto atado a un ministerio terrenal de Jesús, enmarcado en práctica absoluta y renovadora, pese a que Jesús, personalmente, no escribió nada. Los evangelios comienzan a redactarse 50 o 60 años después y su Ministerio no contó con grandes sabios, maestros o sacerdotes, sino con gente sencilla y enmarcada en una profunda convicción de fe y práctica.DENOMINACIÓNEl primero en acuñar la expresión «Teología de la Liberación» es el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, en 1968; expandiéndose estos conceptos inclusive a Norteamérica, en donde el docente James Hal Cone, Teólogo metodista norteamericano, publica en 1970 la obra “A Black Liberation Theology”, enfocada a la liberación del marginado negro norteamericano.

La problemática planteada por esta corriente fue abordada por la Segunda Asamblea Plenaria del Episcopado Latinoamericana de Medellín-Colombia, en 1969; y, Tercera Asamblea de Puebla-México, en 1979, cuyos debates y disertaciones se constituyen en marco de reflexión de significativos teólogos como el brasileño Leonardo Boff; y, ecuatorianos Monseñor Leonidas Proaño Villalba y Padre Ángel María Iglesias. 

Se analizan dos puntos centrales: Primero: ¿…cómo hacer teología…?, enfatizando que, para hablar de “Dios” se requiere un primer acto que es la contemplación, oración, meditación y PRÁCTICA. Es decir, a “Dios” se le contempla, pero fundamentalmente se pone en práctica su voluntad. ¡…ACTUAR…!. 

Segundo. Concebirla desde la perspectiva de “marginación” a devenir en una “pobreza” considerada como: “inhumana”, “anti evangélica” o “muerte temprana”, a no ser concebida como problemática exclusivamente política y social ya que, la opción preferencial por el “pobre” viene de un “Dios” que lo ama, “no porque sea bueno” sino por “vivir en una condición contraria a su voluntad”.

El Pontífice Juan XXIII convocó y presidió el Concilio Vaticano II, entre 1962 y 1963. Luego de su fallecimiento sería Pío XII, quien lo preside entre 1963 y 1965. (Foto D.F.R.M.).

CRÍTICAS

Surgirían al interior de sectores extremos de la misma Iglesia, que desconociéndola como Teología, obstaculizarían su aplicación, afirmando tratarse de sociología alineada al marxismo. Errada concepción que avalizaría como propios, ciertos “enunciados dogmáticos” de corrientes ideológicas auto adjudicadas, “inexistentes titularidades” sobre principios humanos y sociales plasmados líricamente, pero ajenos a la práctica.

Corrientes empantanadas al interior de una disparidad lejana y distante a la compacta dualidad de “PALABRA Y ACCIÓN”. Ideologías revestidas de “coloridos” enunciados, pero que contrariamente generan renovadas formas de sumisión, opresión, pobreza, desigualdad, muerte. Así muestra hoy con certeza el sabio trascurrir de los años y siglos que todo lo revela.

LA IGLESIA Y SU LUCHA SOCIAL

Equivocados andan quienes piensan que esta Teología nació cobijada a la sombra del marxismo o socialismo. Como equivocados están quienes pretenden alinear su nombre a “odiosos” y “farsantes” enunciados “teóricos”, “líricos” y distantes a una “práctica” pregonada rígidamente hace más de dos milenios.

Igual de equivocados quienes piensan en una Iglesia ajena a la lucha por la justicia social. No fue acaso significativa su actitud en las encíclicas “Rerum Novarum”, “Quadragesimo anno”, “Mater et magistra”, de León XIII, Pío X y Juan XXIII, constituidas en solicitud maternal de la iglesia, a favor de multitudes, masas obreras y campesinas.

No llevó aquello a que el error positivista del liberalismo sea rectificado, como lo tendrá que hacer el pragmatismo y materialismo histórico moderno en las escuelas comunista y socialista, que ya fracasaron pese a nuevos e incomprensibles intentos de mostrarse como salvadores y hacedores de justicia social.

Craso error sustituir el alma y mundo del espíritu por excrecencias materiales y epifenómenos. Arrancar el alma de la sociedad y hombre para ofrendarlas a una modernidad desenfrenada. Sustituir hogar por libertinaje; moral por interés; virtud por comodidad, venganza ciega y nihilismo total. 

Fue el Pontífice León XIII(1878-1903) quien, a finales del siglo 19 se preocupó por la desigualdad social provocada por la revolución industrial y desarrollo de un capitalismo exacerbado con secuelas de injusticia. Sus encíclicas “Aeterni Patria”-1889-; y, “Rerum Novarum”-1891-, exhortan a católicos subsanar y hacer lo posible para evitar la injusticia.

¿Será aquello también sociología alineada al marxismo que merece desestimársela como Teología? León XIII reprimió severamente a los ricos como también se opuso al antirreligioso humanismo secular, comunismo y socialismo, vaticinando desencadenarían ateísmo, injustica, pobreza, muerte.

La “Teología de la Liberación” llevaría al asesinato de varios sacerdotes como Joan Alsina –Cura Obrero-, en Chile-1973-; y, Monseñor Oscar Romero, en El Salvador-1980-. El P. Alsina diría a su verdugo: “Quítame la venda. Quiero verte para darte el perdón”.

EL SACERDOTE PROTECTOR DEL CAMPESINADO

Como lo hiciere Monseñor Leonidas Proaño en Chimborazo, el Padre Ángel María Iglesias se constituyó en patriarca y protector espiritual de un indigenado cañarense, beneficiado con la práctica evangelizadora de una “Teología de la Liberación”, aplicada en su más puro resplandor por quien repudió la explotación indígena, devenida en pobreza, hambre y miseria.

Profundizando en la lectura de teología avanzada, se alineó al ejercicio de un apostolado ajeno al servicio tradicionalista de eclesiásticos de la época que permanecían encerrados en el círculo hermético o frío interior de cuatro paredes, de una apagada parroquia sedienta en resolver múltiples necesidades personales, sociales y culturales.

LA EDUCACIÓN COMO LIBERADORA DE POBREZA

Vio necesario cambiar la doctrina tradicional de la iglesia por una doctrina “práctica y liberadora” de “ignorancia y pobreza” del marginado campesino relegado de una educación, a ser concebida como motor propulsor de cambios sociales. Junto a otros connotados ciudadanos, impulsó en Cañar la fundación de escuelas, colegios e institutos para juventud y campesinado.

Consiguió la creación del colegio Bilingüe Quilloag, fundado para campesinos en 1980; oponiéndose a un pretendido traslado que luego buscó extirparlo del territorio indígena. Bajo la influencia de la Ley Reforma Agraria y Colonización-1964-, centró su lucha para conseguir que las tierras de grandes hacendados pasen a manos del campesino, abanderando aquello de: “TIERRA PARA QUIEN LA TRABAJA”.

Difundió su pensamiento a través de las obras: “Educación y Libertad”, “Síntesis Histórica de Cañar”, “Mensaje Social de Medellín y Puebla”. Fue articulista de diario “El Mercurio”, “El Tiempo”, “El Comercio”, “El Heraldo”.

LA UNIÓN COMO LIBERADORA DE SUMISIÓN

En tono alto y firme, guió y exigió al indigenado organizarse para evitar que hacendados expulsen a sus peones, formándose Cooperativas que confluirían en la Unión Provincial de Cooperativas y Comunas del Cañar-UPCCC-, cuyo primer presidente y gerente, respectivamente, fue el indígena Antonio Quinde y sacerdote Ángel Castillo; exteriorizando acompañamiento y resguardo en los primeros años de maduración indígena, alcanzando un liderazgo cuyas convocatorias aglutinaba sobre los diez mil indígenas.

Sin su protectorado, las haciendas hubiesen cambiado simplemente de un terrateniente a otro, como así se dio en otros lugares del Ecuador. Esta lucha teológica-evangelizadora contó con el apoyo incondicional de un visionario y progresista equipo sacerdotal, integrado por los párrocos: Víctor Vásquez Suárez(Suscal), Luis Rodríguez Narváez(El Tambo), Ángel Castillo Castillo(Ingapirca); y Rafael González Solórzano+(Déleg).

1981. El Padre Ángel María Iglesias y su equipo sacerdotal integrado por: Rafael González, Ángel Castillo, Luis Rodríguez Narváez y Víctor Vásquez Suárez (Foto cortesía).

“CURAS ROJOS”. REPRESALIAS

Terratenientes, poder político, civil –Gobernador– y élites de la misma iglesia –Obispo-, emprenderían persecución en contra del Padre Iglesias y equipo sacerdotal; citaciones, regaños y amenazas fueron la constante. Se los tildó de “curas rojos”, “comunistas”, “sacerdotes revoltosos”. Dividida la población, unos estaban de acuerdo con su prédica y otros no.

SOTANAS NEGRAS CUBRIENDO “ALMAS BLANCAS”

Nunca se dieron llamados a la sublevación o armas como se habría pensado, pero tampoco prevaleció la “sola contemplación o palabra”. El Padre Iglesias consiguió cambios radicales, desde una renovada concepción teológica de “fe” y “práctica”, mitigando viejas, antagónicas y enquistadas concepciones políticas, sociales y religiosas de marginación y explotación.

La descendencia de esos mismos indígenas, que en el triste atardecer de su partida exigieron cargar su ataúd hacia su última morada, es la que hoy ocupa dignamente en el cantón Cañar, altas funciones políticas, culturales y religiosas, cual reivindicadora cosecha sembrada por discretos curas evangelizadores, cuyas negras y descoloridas sotanas, difícilmente ocultaban resplandecientes e imborrables almas blancas.

Ojalá surjan nuevos y renovados laicos, sacerdotes, religiosas con mentalidad evangelizadora y progresista para retomar o mantener cualquier Teología, orientada hacia una “auténtica evangelización” enmarcada en la “práctica” de favorecer a sectores desprotegidos de una sociedad en la que, la sola contemplación o palabra”, no conseguirá promover cambios sociales.

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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