La crisis energética nos obliga a pensar en un Ecuador desamparado por un Estado totalmente ineficiente, como el de antaño. Quien diría que hoy en día, con múltiples alternativas energéticas, en un país con riqueza hídrica, eólica y solar, tengamos cortes de energía eléctrica y, por tanto, una crisis productiva superada únicamente por la pandemia.
Se siente el descontento absoluto por la situación. No es para menos; resulta difícil trabajar, estudiar, movilizarse, comunicarse, hacer las tareas de cuidado y, sobre todo, estar en redes sociales, que al parecer es la mayor preocupación de influencers y seguidores.
Sin embargo, lo que más llama la atención es la impavidez social, conformados con que los cortes no sean en la noche, para poder gustar de las luces de navidad o ver las novelas turcas en Netflix.
Asumo que vivir en un país con las más altas cifras de inseguridad en la región, en donde la corrupción y la delincuencia organizada campean, el femicidio es diario y una mujer es violada cada hora; el problema de la energía es el que menos preocupa, sin importar las razones climáticas ni la ineficiencia estatal. Como me dijo un taxista el otro día: “aquí lo que importa es estar vivo para poder salir a trabajar cada día”.
No sé si solo es idea mía, pero creo que hace tiempo nos apagaron la luz al salir, y nadie encuentra el interruptor. (O)
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