¿Qué comemos?  (PARTE II)

No debemos pensar que las dietas han sido estáticas en nuestro mundo americano, los nativos fueron cazadores, recolectores nómadas. La conquista española modificó las dietas oriundas y sustancialmente, tal como el consumo del Trigo (asiático) y descartando proteína de calidad como la Quinua. El advenimiento de la agricultura y la ganadería, modificó el denominado patrón paleolítico, que contemplaba frutas, verduras, carnes magras, pescado, huevos, frutos secos y semillas.

El desequilibrio de la dieta en las sociedades agrarias, genera la presencia de patologías como la desnutrición energético-proteica, disminución de la talla y presencia de enfermedades múltiples. Hoy, la presencia de agricultura intensiva y la tecnología con agroquímica sintética y modificaciones genéticas, han permitido la presencia de alimentos que no estuvieron durante la evolución de los homínidos, como azúcares refinados, aceites vegetales, y toda una química sintética ajena con la afinidad biológica y más bien discrepante con la vida y la genética evolutiva para lo que nuestra constitución fue seleccionada. Esto se llama discordancia evolutiva y es el factor detonante de enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión arterial, dislipidemia, procesos oncológicos, etc. la población adulta citadina, es susceptible a la obesidad por dietas equivocadas, lo cual significa que debemos volver al consumo de verduras y frutas, disminuir las grasas trans, las harinas y los azúcares y realizar actividades físicas como la elemental caminata y reducir el uso del automóvil.

Es importante mencionar un orden perfecto en una simbiosis intestinal con la MICROBIOTA, que es un ecosistema microbiano que coloniza el tracto gastrointestinal, formado desde nuestro nacimiento hasta alrededor de 3 años, vinculada con la nutrición, síntesis de vitaminas y defensa frente a gérmenes patógenos. La alteración se produce por consumo de agrotóxicos, agua no potable y malos hábitos alimentarios, poca fibra, exceso de carnes, grasas y azúcares y en el neonato: leche materna vs fórmula.  (O)

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