Hace diez años, Betty Sinchi empezó una aventura que le llena de regocijo: ser chofer de una compañía de transporte en Sinincay. Lo que inició como un trabajo lleno de dudas, preguntas y miedos, se convirtió en un medio laboral y de empoderamiento.
Hasta hace una década y media, era extraño mirar a una mujer frente al volante, frente a un medio de transporte que sirviera a la población. Y no porque no se pudiera, sino por ese estigma de que ciertos trabajos son solo para los hombres.
Hoy, la realidad es otra. Hay mujeres que están frente al volante de buses, taxis, frente al sistema de control del tranvía de Cuenca.
Lo extraño, lo raro quedó atrás porque han sido las propias mujeres quienes se han abierto espacios para mostrar sus capacidades. Y eso precisamente hizo Betty, de 41 años.
Desde pequeña, a Betty le llamó la atención los vehículos, la labor de transportar, de servir a la gente. Y tenía ejemplo: su padre, que tenía un taxi.
“Yo veía a mi papá con su taxi. Y veía limpio el carro. Y decía que era un trabajo limpio, fácil. Luego supe que no era así, que era difícil. Yo siempre quise dedicarme a esto”, dijo Betty a El Mercurio.
Y así fue, pero muchos años después, cuando se casó. Cuando había superado la treintena, junto con su esposo vio que se estaba vendiendo un puesto en la Compañía de Transporte Mixto Virgen de Fátima, en su natal Sinincay.
Sin pensarlo, porque el sueño de ser transportista nunca se había ido, la pareja se endeudó y adquirió un vehículo y el permiso para hacer las carreras en su parroquia.
“Yo desde un principio dije que iba a manejar la camioneta. Al principio fue difícil porque estaba embarazada. Tampoco conocía ciertos lugares entonces hubo que aprender. Pero el resto vino por sí solo”, agregó Betty.
Mujeres al volante
Betty Sinchi no es la única mujer que hace carreras en Sinincay. En su misma compañía también maneja una camioneta Rosa Villansaca. Ella tiene un poco más de años frente al volante.
Por otro lado, en la compañía Trans Jacin, Cecilia Puma, prima de Betty, asimismo maneja una camioneta de transporte.
Hasta hace veinte años en Sinincay no se veía a las mujeres frente al volante. Pero la realidad ha cambiado, y no solo en ese sentido.
Socias de compañías
Desde hace seis años, María Bertha Chiqui es socia de la Compañía de Transporte Virgen de Fátima. Y aunque ella no maneja las camionetas (lo hace su esposo), sí tiene voz y voto cuando se debe tomar decisiones dentro de la compañía por su calidad de socia.
“Es bonito compartir con los socios, con los compañeros desde aquí. Acá se toma en cuenta nuestra voz. No porque somos mujeres quiere decir que nos vamos a quedar fuera de cualquier trabajo”, dijo María a El Mercurio.
Betty también es socia de la compañía. Por lo que, además de manejar la camioneta, forma parte de la toma de decisiones.
Todo eso ha hecho que las mujeres, en Sinincay, se empoderen en espacios a los que no tenían acceso. Con sus ganas por trabajar, por hacer algo distinto, han alcanzado grandes objetivos que no terminarán en donde están.
Al menos, Betty, sueña con un día ser chofer de las grandes mulas, de los tráileres. Y ella está segura que llegará ese momento. (I)
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