Recuerdo de papá y saludo a lo vivos

Supe del sufrimiento, y sé del sufrimiento, aprendido de papá en su Calvario sobrellevado en el Hospital Metropolitano de Quito, en donde asimiló la sentencia de Shantideva: “Si existe un remedio cuando nos golpean los problemas, / ¿qué razón hay para el abatimiento? / Y si no tiene remedio cuando nos golpean los problemas, / ¿qué utilidad tiene abatirse?” Mi padre, con fe infinita en Dios, le pidió concederle serenidad para aceptar lo que ya no podía revertirse.

Su fin estaba cerca y mi instinto agüero hizo que un día antes del fatídico jueves 11 de junio de 1987, volara a Quito con mi hermano Carlos, también ya a su lado, para recibir su postrera bendición. Apenas nos vio elevó su diestra y preguntó por mamá. Cayó la noche álgida y tenebrosa, silenciosa e interminable, que sólo los artilugios monitoreadores interrumpían la misma soledad que sintió el Hombre en la Cruz, Prometeo encadenado a su roca, Mahoma en el desierto o Buda en sus meditaciones.

La tenue luz de cielo anunciaba un nuevo día, permitiendo ver el rostro agitado de nuestro progenitor que imploraba serenidad a Dios para aceptar lo que estaba por llegar. A tientas nos acercamos a pedirle anuencia para salir, a lo que balbuceando nos dijo lo que sería su último mandato: “Cuidarán a Michi”, quien fuera su amante esposa, y apenas movió su diestra para simular la señal de Cruz, con que siempre nos consagraba. No pasó mucho tiempo, cuando mi amiga que me invitó a desayunar me conminó a regresar, con una faz que delataba la muerte de papá.    

¡Su encargo cumplí, cumplimos! Y seguro que mamá, el 16 de diciembre de 2015 en su reencuentro definitivo, lo habrá informado que sus órdenes fueron cometidas. ¡Gracias a papá por enseñarnos amar a mamá y gracias a mamá, por enseñarnos a respetar a papá!

El Día del Padre es una ocasión para elevar oraciones por los tatas que se fueron, y decirles a los que quedan que, si antes por emitir ucases se alejaban sus hijos, hoy por abstenerse, también. Padres: no se ufanen por decir que son amigos de sus hijos, pueda que lo crean, pero no es cierto: los roles son siempre diferentes. Nuestro deber es mal pagado, pero hay la esperanza que caigan en cuenta el infinito amor que les tenemos, así que esa fecha sea en el umbral de la muerte. ¡Hasta eso, felicidades congéneres! (O)

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