Viejas novedades

Al ocuparnos de VIEJAS NOVEDADES no se trata de un vacuo juego de palabras para entretenernos o despertar curiosidad.  Los renglones que siguen intentan dibujar una situación real, tan vieja como actual. El escrito de hoy pretende reflexionar sobre este tema; es un acercamiento a una posible verdad, amables y asiduos lectores de El Mercurio. Lo hago desde las hermosas playas de Salinas. La vida tiene sus caprichos: cuando niño nunca pensé abandonar Sígsig, mi pueblo natal; cuando adulto estuve donde mis conocimientos y destrezas fueron útiles. Hoy me encuentro en “el reposo del guerrero,” como decían nuestros vates. Pero, vamos al grano, vamos a las ‘viejas novedades’.

Estas líneas nacen por una casualidad. Un buen día llegó a mi celular esta frase: “Colgamos a los ladrones de poca monta, pero a los grandes ladrones los elegimos para cargos públicos.” Me golpeó fuerte el texto. Por mi mente cruzaron miedos y temores, certezas y perplejidades, dudas y tantas cosas más. Entonces, sólo entonces, luego de algunas investigaciones supe que Esopo fue su autor. Recordé, ayudado por mi amigo Google, que aquel caballero es autor de fábulas con más de dos milenios de vida, que nos siguen impresionando por su actualidad. Todo esto que les recuerdo me obliga a una digresión necesaria, inevitable.

La historia de la humanidad no registra una evolución lineal, de un menos inicial a un más, que luego de cien años deviene en un más de mayor altura. La evolución es cíclica, defiende Giambattista Ludovico (1668-1744). A mi entender, los años que vivimos actualmente son la cúspide de la evolución humana en el ciclo en que estamos. Se prevé una hecatombe causada por el indebido uso de las modernas conquistas tecnológicas.  ¿Para qué esta divagación? Para concluir que aquello que afirmó Esopo, milenios atrás, sílaba por sílaba, encaja en las circunstancias que vivimos hoy, en el mundo. Es posible que en unas décadas más llegue la humanidad a un atiborramiento tal de ciencia y tecnología que obnubile su mente y perturbe sus sentimientos y convicciones hasta llegar a destruir lo construido y negar principios y razones.

Dejemos a Esopo tranquilo, pensemos en este Ecuador atestado de odiadores del honor y la razón. Apliquemos la frase citada: ¿no calza, acaso, a buena parte de políticos, asambleístas, jueces y funcionarios que lucran del sudor ajeno y están felices de haber enajenado sus conciencias?  (O)

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