Cultura, educación y valores éticos  

En días pasados en un comentario a mi artículo sobre la crisis del Estado el historiador Rafael Cordero Aguilar comentó que la crisis es de naturaleza cultural, ciertamente es así, porque en la complejidad de la situación que no solamente afecta nuestro país sino en su conjunto a la sociedad observamos y sentimos que son las concepciones, los valores y los principios los que están inmersos en la crisis. Es un proceso de cambio que apunta a la transformación global de la cultura.

Si entendemos que el Estado es la sociedad jurídicamente organizada, el principio de la seguridad jurídica es el absoluto regulador que no debe ser relativizado por los intereses prevalentes de los poderes fácticos, sin embargo, así sucede, aquí como en los países sometidos al dominio económico revestido por diversos tintes políticos, al punto que el capitalismo domina el mundo, aún en países como Rusia, China y los gobernados por los autócratas vitalicios elegidos en las dictaduras, falaz distorsión de la democracia con soterrados fraudes y violaciones cínicas de la buena fe.

Este cuadro ilustra el proceso del declive de nuestra forma de vida, al punto que es necesario transformar la organización social en función de un nuevo proceso de creación cultural.  Todo lo que se hace por la vida humana es cultura, a cuya creación concurren varios factores, siendo el fundamental la trabazón biopsicosocial que nos liga de generación en generación desde la familia, institución tan antigua como que es el núcleo primigenio de la vida humana y las relaciones sociales.  El “yo profundo” de la personalidad late en el secreto de nuestra conciencia y el proceso mismo de creación institucional.  

Por eso la función esencial de la educación y de la familia como la primera escuela del ser humano es trascendental para la formación de la persona humana en los valores éticos. (O)

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