Por qué alarmarnos por el fraude, si somos una sociedad levantada sobre el mismo. No solo a causa de la colonia, que nos inferiorizó de manera estructural. El fraude de una sociedad hipócrita basada en el engaño, como mecanismo de sobrevivencia, simulando lo que no somos y disimulando lo que somos. Y luego, el fraude de la república que nunca llegó a hacer realidad los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, y ha pervertido la democracia convirtiéndola en demagogia. El fraude del capitalismo autorregulado, donde supuestamente los vicios privados se convierten en beneficios públicos. ¡Qué equivocado estuvo Mandeville! Lo vemos todos los días, el delito es una cuestión cotidiana, pero lejos de hacer prosperar a la sociedad, la hunden cada vez más. Y con ella se hunden las condiciones de un futuro digno para nuestros hijos. Ahora, ser recto y honesto en la sociedad corrupta es sencillamente ser un cándido utopista. La moralidad no vende. El vicio vende. El fraude de la política donde el poder solo defiende los intereses del poder. El fraude de la religión con sus mitos y credos inservibles frente al fraude, al delito y al crimen en las propias instituciones religiosas. El fraude de los medios de comunicación que informen y posicionan lo que les es conveniente. En fin, el fraude de sentirnos decentes sin que movamos un solo dedo para cambiar el mundo. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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