Mientras las autoridades y las cifras oficiales hablan del nuevo país y se regodean exhibiendo “sus logros” en cifras sin rostro, alejadas de las necesidades del día a día, leídas de acuerdo a los intereses políticos del personaje de turno de Carondelet, el centro histórico de Cuenca se ha convertido en un escenario que muestra el paulatino empobrecimiento de un número cada vez mayor de familias ecuatorianas. Lustrabotas persiguiendo a potenciales clientes, con la promesa de no manchar sus calcetines y usar los mejores productos para su calzado; hombres y mujeres que recorren sus calles ofreciendo postres, gelatinas, galletas y hay quienes con su canasto de papas fritas y chifles salen en ciertas horas del día y se ubican en esquinas donde los semáforos les permite vender sus productos; niños y niñas que ofrecen duraznos, mandarinas, frutas de temporada en pequeñas fundas plásticas, y que con la esperanza de ganar algunos centavos más, las han reducido. Están aquellas personas que extienden sus manos en búsqueda de algunos centavos de solidaridad, algunos son migrantes, otros tienen discapacidad, hay quien pide ayuda para solventar gastos médicos o exhiben carteles ofreciendo sus habilidades laborales. Teatro social que se desenvuelve en el pleno corazón político, administrativo, judicial y eclesiástico de Cuenca, con personajes con hambres atrasadas, con ansia de trabajo, de justicia, de equidad, de respeto. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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