El sentido de la vida

Las enfermedades se incrementan cada vez más en la especie humana con la aparición de nuevas patologías, y no son sólo corporales sino, algo peor, afecciones mentales y sociales que desequilibran estado de bienestar individual y colectivo. Para el cuerpo la ciencia y la tecnología ha dado respuestas asombrosas, mas, para las enfermedades psicológicas y sociales no se vislumbran avancen sustanciosos, así la drogadicción, el alcoholismo, las desviaciones sexuales, el estrés, la depresión, la ansiedad, las guerras, la violencia, el terrorismo, los fundamentalismos, los suicidios…van “in crescendo”.

Los científicos, psiquiatras, psicólogos y símiles tienen un trabajo trascendental para estos casos, también las autoridades y los líderes. Con admiración se observa una alarmante indiferencia por la vida, lo que me hizo recordar y retomar el estremecedor libro de Víktor Frankl “El hombre en busca de sentido”, en donde el autor desarrolla su teoría de la Logoterapia, una terapéutica que propone la voluntad de sentido para que haya una motivación primaria del ser humano. En este libro el autor narra la historia de su vida y las observaciones de sus compañeros en Auschwitz, quienes se agarraban de los jirones de la esperanza con la ilusión del indulto.

Frankl fue alumno de Adler en la Universidad de Harvard y muy cercano a S. Freud, de quien alisó su teoría del Psicoanálisis y también la Introspección de W. Wundt. Se sobrepuso a la pérdida de su esposa, de sus padres y hermano y de otros seres amados en los campos de concentración y de él mismo que esperaba ser eliminado de un día a otro, que un mortal corriente se hubiese aniquilado. 

Tu teoría consiste en encontrar alguna abertura, por mínimo que ésta sea, para dar sentido a la vida, sin importar el tiempo que queda de vida, si días u horas, y construir una esperanza orientadora y trascendente. Entonces, en cualquier circunstancia de enfermedad somática, mental o social, se `puede encontrar un sentido para vivir y jamás volverse abúlico y pensar que todo está consumado.

Frankl solía inquirir a sus pacientes con una conmovedora pregunta:  – ¿Por qué no se suicida usted?, con el fin de eliminar en ellos el pensamiento pesimista de seguir viviendo y avizorarlos un sentido a la vida, sin importar el tiempo que les quede.  Entonces, cuando haya presiones económicas, de trabajo, de amor, de inseguridad… bienvenida la pregunta de Frankl, pero con el consejo que él enseñó: descubrir un sentido a la vida, un motivo para vivir. (O)

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