Intolerancia a los intolerantes

Edgar Pesántez Torres

El título parecería antítesis a la tolerancia, pero no lo es, cuando la tolerancia se refugia en la indiferencia y da libertad al totalitarismo político para que impida la existencia de ideologías contrarias a sus intereses, igual como también sucede con el laicismo que mantiene al margen a todas las religiones, asegurándose que se limiten solamente a la vida privada.  Entonces, por la defensa de la libertad personal y colectiva, es plausible la tolerancia y condenable la intolerancia, excepto cuando la intolerancia tenga por objetivo sancionar a los intolerantes.

Algunos fenómenos humanos posmodernos han agudizado la crisis social y han conducido a conflictos irreconciliables y guerras entre pueblos y naciones matizados por ideologías, religión, política, deporte, regionalismo, feminismo, racismo…  Se ha abandonado la tolerancia y cada vez más su antípoda causa beligerancias y crisis, comenzando en núcleos familiares y extendiéndose a las potencias mundiales.

Aún recuerdo las clases impartidas por el maestro Olmedo Llorente, que aun recorre los caminos intolerantes de esta vida, referente al pensamiento de Karl Popper, quien, en el tema que hoy tratamos, especulaba que el conocimiento humano no es EPISTEME (saber cierto y verdadero) sino DOXA (saber conjetural). Es decir, el hombre es un buscador y no un poseedor de la verdad. Por ello, infería que no existe la verdad, sino simplemente una aproximación a la verdad.

A los totalitarios de una u otra ideología hay que decirles que deben apostar por la toma de conciencia de sus propios límites sobre el conocimiento y, especialmente, sobre los límites de su propia ignorancia, lo que se denomina FALIBILISMO, que revela que el conocimiento científico y las ideologías tienen un carácter conjetural que progresa en la medida en que hace crecer el conocimiento acumulativo, es decir, con el aporte ideológico de los demás.

Así que el falibilismo es antidogmático y antiautoritario e invita a aprender de nuestros errores, estando ciertos que el hombre por antonomasia es imperfecto. A pesar de ello, las instituciones de una sociedad democrática no pueden dejar en libertad a los prepotentes que esclavizan a los moderados: con ellos es intolerable la tolerancia.  Si la tolerancia ilimitada se extiende también a quienes son intolerantes, será muy probable que los tolerantes sean destruidos y con ellos la tolerancia.

Debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. ¡Toda persona o movimiento social que predique la intolerancia debe quedar al margen de la ley, que no quiere decir que haya intolerancia a los intolerantes! (O)

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

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