El Presidente de la República es jefe de Estado y jefe de Gobierno. Quizá la comprensión de aquello no está claro. Está sin luz. Expliquemos.
Jefe de Estado supone que es el representante del Estado en el contexto internacional. Dirige la política internacional y tiene atribución de comprometer al país en el contexto internacional. Jefe de Gobierno implica que es la máxima autoridad en la dirección y determinación de los lineamientos y acciones del país. Gestiona. Actúa. Acciona. Decide. Es la autoridad a su interior. Dirige la acción político-administrativa como responsable de la ejecución. Representa al Poder Ejecutivo.
Entonces no puede un Presidente, con las responsabilidades constitucionales que ostenta, decir que otros hagan, otros digan u otros dispongan. No cabe que el Ejecutivo diga que la Ministra o un Comité Asesor en Energía Eléctrica, tome las medidas necesarias para asegurar la preservación y operatividad de la Central Hidroeléctrica garantizando la continuidad del sistema eléctrico y el menor impacto a la ciudadanía. Parece broma. Y de mal gusto. Es más, el Estatuto del Régimen Ejecutivo dice: “En ninguna circunstancia serán delegables las competencias constitucionales del Presidente y Vicepresidente de la República”.
Un Presidente, jefe de Estado y de Gobierno en el sistema presidencialista del Ecuador, es quien debe tomar las medidas y las acciones urgentes. Más en una crisis. Lo contrario es un no hacer y afectar a la realidad de la gente que está sufriendo. Es dejar de cumplir sus responsabilidades con el país que todos las tenemos. Los ciudadanos, por ejemplo, pagamos impuestos, respetamos la Ley, votamos, no nos pasamos los semáforos rojos (cuando están encendidos), aportamos en seguridad social para los que menos tienen y consumimos menos energía. Un Presidente, aún más, tiene deberes que cumplir.
Use el Estado de Excepción, ahora sí, y sin cálculos electorales. Los Estados de Excepción son para afrontar problemas serios y no delincuencia común, ni para impresionar a las encuestas. Una de las causales es desastre natural como la sequía que afronta el país, y con ello movilice y utilice fondos, recaude tributos, pida auxilio internacional, empleé las FFAA y Policía para acelerar ejecuciones, cierre pasos fronterizos y evite contrabando de combustible y desabastecimiento de Diesel y lo más urgente: decida, contrate y ejecute obras colaborativas. Asegure el empleo de la gente. Envíe no uno, sino varios proyectos de ley económicos urgentes. Alivie los bolsillos, las obligaciones ciudadanas y ejecute acciones en coordinación con Contraloría para los funcionarios impávidos y miedosos de las glosas.
Lo contrario, la teoría del sálvese quien pueda, compre generadores sin IVA el que tenga -sin mirar el desastroso parque térmico que está causando al futuro-, exponiendo un Estado desorganizado y ausente, dedicando a todos los ministros al ataque a la vicepresidenta, inobservando los riesgos de seguridad alimentaria que se está causando; es un error de bulto.
¡Hay que ser serios! Quizá sea momento de quitarse las gafas y mirar al país. (O)