La reciente visita del presidente Noboa a Cuenca, el pasado 3 de noviembre, dejó más preguntas que respuestas. En lugar de abordar las urgencias de la ciudad y la provincia, el mandatario optó por presentar un informe de gestión que pareció desconectado de las verdaderas necesidades del territorio. Lejos de proyectar una visión de impacto en la región, su discurso se limitó a una breve rendición de cuentas sobre inversiones que la ciudadanía apenas percibe, pues responden a proyectos de continuidad y no a las demandas emergentes de la población.
Si sus asesores y representantes locales hubieran realizado un trabajo de inteligencia adecuado, el presidente habría recibido una lista clara de las prioridades que Cuenca viene reclamando desde hace años. De hecho, el propio alcalde se encargó de recordárselas en su discurso: un nuevo aeropuerto, estudios para la vía Cuenca–Guayaquil, la circunvalación norte, el acceso sur, infraestructura ambiental para las lagunas de El Cajas y el proyecto hidroeléctrico en Soldados. Ninguno de estos temas es nuevo; son asuntos recurrentes en la agenda local y ampliamente reconocidos como urgentes.
Sin embargo, en los escasos cuatro minutos de su discurso, Noboa omitió por completo estos temas. Habló de inversión en educación, proyectos sociales y mantenimiento vial, elementos que, aunque relevantes, forman parte de la administración cotidiana del gobierno y no reflejan las verdaderas prioridades de la región. Su propuesta para Cuenca quedó limitada a la promesa de una Cumbre Iberoamericana como impulso para el turismo. Una idea que, sin soluciones en materia de energía, resulta tan vacía como ambigua.
Antes, la visita presidencial era un momento clave en la agenda local, una oportunidad para que la ciudad se sintiera escuchada y recibiera respuestas claras. Si la justificación es que estos encuentros están evolucionando, queda claro que no todos los cambios son positivos. Este, en particular, fue un retroceso.
