En el mundo de los griegos, Arkhé o su derivación Arjé, etimológicamente significa fundamento, origen o comienzo. Así lo señaló Tales de Mileto, indicando que el agua es el principio de todas las cosas que existen. Es el compuesto primordial del que deriva toda la realidad material.
Nacimos en una Ciudad, en una época, en unas condiciones en que se aplaudía la abundancia del líquido vital y de alta calidad, ríos identitarios desbordados de oro azul, a veces ocasionando daños de donde surgió el refrán “no hay peor vecino que un río”. Usualmente los ciclos hidrológicos fueron normales, a punto de que los agricultores planificaban arados, siembras y cosechas con certeza. Se comentaba ya viene el cordonazo de San Francisco, cuando el Santo golpea las nubes con su cordón, como un fenómeno meteorológico caracterizado por un período de tiempo lluvioso y frío, alrededor del 4 de octubre de cada año, a veces adornado de granizo y tormentas eléctricas, poniendo punto final al estiaje vacacional de la sierra ecuatoriana.
Los ciclos hidrológicos han sido modificados por acciones antrópicas, no solamente endógenas; prima una larga cadena de actos globalizados que alteraron lo antes normal. Contamos con satélites, informes de centros meteorológicos, que equivocan frecuentemente. Hoy sin el aporte de Don Eloy Ortega, quien coadyuvó con interpretar y explicarnos todo lo relativo a la problemática ambiental y climática.
Existen varios factores que suman a esta crisis ambiental: explosión demográfica e inequidad social, deforestación y degradación de los ecosistemas, alteración de los suelos, expansión de fronteras agrícolas, ausencia gubernamental en asistencia técnica, incendios forestales: industriales, domésticos, provocados y accidentales, concesiones mineras y degradación ambiental, hídrica y biológica y ausencia de planificación y uso de suelos. También influye el cambio climático, modificando pluviosidad, derrite glaciares, secan ríos y disminuyen los volúmenes en lagos.
