Imaginemos por un momento que caminamos por el desierto, con el horizonte a la vista pero siempre fuera del alcance. No importa cuánto avanzamos, el destino sigue alejándose, algo así como los ideales que nos proponemos. Esta metáfora se plantea en el libro The Gap and the Gain de Dan Sullivan y Benjamin Hardy, y describe un fenómeno que todos hemos experimentado: la adaptación hedónica.
La adaptación hedónica, estudiada por la psicóloga Sonja Lyubomirsky en su libro The How of Happiness, explica cómo los seres humanos nos acostumbramos rápidamente a nuestras circunstancias, tanto positivas como negativas. Así, no importa qué tan grande sea un logro —conseguir un mejor trabajo, comprar una casa o viajar al lugar de nuestros sueños—, el entusiasmo pasa y volvemos a sentirnos como antes. Algo así como que, sin importar cuánto avancemos, el horizonte sigue alejándose.
Pero esto no quiere decir que estamos condenados a la insatisfacción, Lyubomirsky señala que podemos entrenarnos para valorar el camino recorrido en lugar de enfocarnos solo en lo que falta. Lo que ya se dijo en un eslogan hace muchos años: “La vida es un viaje. Disfruta el recorrido”. Finalmente, no se trata de cuántas metas alcancemos, sino de la calidad de las experiencias que vivimos mientras llegamos a ellas.
Tal vez todos hemos sido un “gallo de un solo hervor” en algún momento, llenos de entusiasmo al inicio de un proyecto o sueño, para descubrir que la emoción desaparece al poco tiempo. Posiblemente es momento de enfocarnos menos en los ideales inalcanzables y más en las experiencias que realmente nos llenan, porque no importa qué tan lejos parezca el horizonte; lo que queda al final es el trayecto que recorremos y lo que aprendemos en cada paso. (O)