Cincuenta años después de su partida, diciembre de 1974, es oportuno recordar al ilustre médico cuencano su trascendencia y su legado, su compromiso social y vocación de servicio, como le vimos, le escuchamos y sentimos en las aulas, salas y quirófano del viejo hospital “San Vicente de Paul”. Erudito maestro, diestro cirujano y bondadoso tratante, símbolo y referente de una época brillante en la Historia de la Medicina Regional y de la cirugía en particular, su memoria se perenniza en la primera casa de salud del Austro, que lleva su nombre, hospital Regional y Docente “Vicente Corral Moscoso”.
Graduado en la Universidad de Cuenca, su tesis “la Tensión Arterial en nuestro medio ambiente”, anuncia su interés por la patología regional. Hizo su especialidad quirúrgica en Argentina y desde 1947 fue catedrático de Cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad que le formó. Cirujano de los principales centros asistenciales de la ciudad como el hospital Militar y el querido “San Vicente de Paul”, cuya romántica casona ahora es sede del Museo de la Historia de la Medicina. Fue un médico especial, con una sorprendente capacidad de diagnóstico, en el argot médico se decía “el mejor ojo clínico de la ciudad”, recuerda Joaquín Malo, trataba a todos sus pacientes por sus nombres con muestras de afabilidad y hasta de camaradería: “sonreía transparentemente y hablaba con palabras serenas y amables infundiéndoles confianza y salud”, faceta que ponía especial énfasis con los desposeídos a quienes atendía con “bienes y persona” y cuando era el caso con dinero para las recetas porque la vida y la salud de los demás eran su razón de ser, de actuar y de vivir.
Generoso hasta el desprendimiento; idealista hasta el quijotismo siempre anteponiendo el bienestar común; buen lector y excelente conversador con fino sentido del humor; incursionó en casi todas las especialidades quirúrgicas; docente dadivoso de sus conocimientos; Jovial y metódico en su trabajo, iniciaba su jornada a las siete de la mañana, operaba las veces necesarias y no concluía sin atender a todas quienes lo requerían, porque así entendía la práctica de la medicina, con calidad científica, calidez y servicio oportuno. Su ejemplo es el mayor legado que debemos recordar y atesorar. (O)