Hay eventos naturales que han marcado a Ecuador. Desde el propio fenómeno de El Niño, que hoy causa problemas en la Costa, hasta los sismos de consideración. Y precisamente, los terremotos vamos a narrar en esta nueva entrega de los hechos que marcaron al país y que quedaron registrados en las páginas de El Mercurio.
Iniciemos con la noche del 13 de mayo de 1942. A las 21:15 Cuenca empezó a temblar por alrededor de un minuto y medio. Las luces de las casas se quedaron a oscuras, mientras que los teatros, abarrotados de gente, cundió el pánico.
De acuerdo a la edición del 14 de mayo de El Mercurio, el “pánico fue general sin que haya habido ninguna desgracia que lamentar” en los teatros Andrade, Guayaquil y Salesiano de Cuenca.
Sin embargo, la misma suerte no tuvieron los habitantes de la Costa, principalmente de Guayaquil, Portoviejo, Ambato y Guaranda. Cuando amaneció el 14 de mayo se pudo evidenciar la magnitud del terremoto que dejó docenas de muertos.
“15 informaciones de Ambato y Guaranda dan a conocer que esas poblaciones son talvez las más afectadas por el terremoto, ya que las víctimas son numerosas. Indícase que Guaranda presenta un aspecto de ruina y desolación, y que cada día aumenta el número de víctimas conforme van extrayéndose de entre los escombros los cadáveres”, se escribió en el periódico del 16 de mayo de 1942.
Ambato y Pelileo en ruinas
A las 14:15 del 5 de agosto de 1949, la tierra volvió a sacudirse en Ecuador. El resultado: Ambato, Pelileo y Píllaro en ruinas. La noticia y la magnitud del evento hizo que El Mercurio publicara una edición extra en el mismo día del hecho. Luego sería conocido como el “Terremoto de Ambato”.
“Pavoroso terremoto destruyó poblaciones centrales de la República, hoy. Se calcula que media Ciudad de Ambato se halla en escombros, habiéndose registrado numerosos muertos y heridos”, tituló El Mercurio en su edición extra del 5 de agostos de 1949.
En Cuenca, la población también sintió el terremoto. Lámparas y puertas se movieron; las campanas de las iglesias sonaron por el temblor. Mientras que las personas que andaban por las calles se reunieron en las plazas.
Por su lado, El Mercurio, a través del telégrafo, trató de obtener información de lo que había sucedido tras el terremoto. Las respuestas, que se irían compartiendo a lo largo de la tarde y noche, solo confirmaron la destrucción que se había registrado.
Salcedo, Pujilí, Latacunga, Guano, Ambato formaban parte de los pueblos y ciudades que se habían venido abajo por el terremoto.
Días después, El Mercurio envió un corresponsal quien dijo: “Ambato tiene que volver a edificarse, su ruina es completa”.
A los textos que se irían publicando en las siguientes ediciones acompañaron fotografías en blanco y negro. Estas dieron cuenta del trágico evento que dejó más de 6.000 fallecidos.
Uno de los textos más dolorosos que se publicó en el periódico fue la muerte de 200 niños mientras recibían instrucción religiosa.
“Se tiene entendido que 200 niños que recibían instrucción religiosa en la catedral de Ambato, cuando se produjeron los estremecimientos sísmicos, perecieron al desplomarse el techo y las paredes del templo”, se escribió en la edición del 7 de agosto de 1949.
Siglo XXI
Quizá uno de los terremotos que más se recuerda en lo que va del siglo es el sismo del 16 de abril del 2016, cuyo epicentro fue en Pedernales. Lo que en Cuenca se sintió como un gran sacudón, en la Costa significó la desgracia.
El terremoto se registró cerca de las 19:00, por lo que, si bien ya se informaba de un evento de proporciones, recién al siguiente día, cuando amaneció, se pudo conocer la destrucción real.
Más de 600 personas muertas y 3.000 millones de dólares en pérdidas. Eso dejó un evento que quedó registrado en El Mercurio a través de enviados especiales, quienes informaron de lo ocurrido.
A diferencia de los hechos del siglo pasado, lo ocurrido en Pedernales y en la costa ecuatoriana tuvo mucha repercusión por medio de los canales de digitales. Sin embargo, gracias a El Mercurio y su medio impreso, ha quedado en constancia eventos importantes que se esperan que no se vuelvan a repetir. (I)
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