Derecho a morir

Años atrás escribía uno de mis tantos poemas chuecos, donde me preguntaba ¿Dónde está el alma? ¿Dónde la vida? como idea central a desarrollar y todo bajo la influencia de las tantas circunstancias médicas, drásticas, impredecibles y estrujantes de nuestra bella medicina, sin embargo. En uno de aquellos desarreglos lógicos quirúrgicos, estaba presenciando como un muchacho joven, por algún accidente de los tantos que el destino, dios, llamase como quiera, nos pone en el camino, se encontraba descerebrado. No tenía ya ninguna escapatoria por la puerta de la vida y yacía sin ningún signo neurológico que nos podría dar alguna, aunque mínima esperanza, sin embargo, su corazón latía tenuemente aun, cosa desesperante que duró algunas horas para terminar de parar en sus movimientos. ¿Cuándo murió? ¿el momento que se apagó eléctricamente su cuerpo o cuando dio el último salto su corazón?

Paola Roldán, bella, inteligente y valiente mujer, es la que abre el debate y la puerta del derecho a morir con dignidad el momento que uno lo decida. Paralizada sin ningún remedio y tan solo manteniendo su posibilidad de comunicación básica a punto de terminarse, luchó por el que consideró, sagrado derecho de morir con dignidad. Valioso y enorme legado nos deja su valor. Jurídicamente es posible ya por su lucha inquebrantable, practicar la compasiva eutanasia cuando sea indispensable y requerida por el yacente, cosa que no se tomó en cuenta de una forma lógica, sensible, real y hubo de llegar, para que, desde su lecho terminal, el temple y valentía de Paola gane la batalla.

Sin duda, como todo en la vida, están las dos riberas de discusión, pues la ciencia dice que debería practicarse la eutanasia al no tener ninguna salvación posible el paciente que la pide y, por otro lado, pueden darse reparos en cosas que resultan fantásticas o casi mágicas de mejoramiento. Además, un gran pelotón de religiosos dogmáticos y ciegos que luchan por la vida, perdida ya ciertamente, que creen en milagros de dioses o santos de toda laya y la descartan.

No descuidemos, además, que esta destreza de eliminar la vida en un paciente, aun de una manera incruenta y muy sutil, alguien debe tomarla como decisión heroica, asumirla y hacerla y es allí donde se necesita una persona, médico, enfermero, etc que lleve la carga de tal práctica sobre sus hombros. El atajo está abierto gracias a una mujer que deja un legado a su hijo y a la sociedad, como ella mismo lo vaticinó. Toca como sociedad y entes jurídicos y legales, continuar con esto que es un universo de compasión y humanidad, para mí, tan necesaria y humana. (O)

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