Poco tiempo falta para que se cumplan 25 años de la declaratoria de Cuenca como Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad; sin embargo, no contamos con un Plan de Manejo y Gestión. Hoy las características urbanísticas, paisajísticas y culturales que permitieron esta declaratoria de la UNESCO en 1999, han cambiado de manera significativa. Cuenca sufre una seria gentrificación de su centro histórico, se ha alterado el uso de las viviendas; los barrios, los oficios, las relaciones sociales que se mantenían en el espacio público han desaparecido; los patios, jardines y huertas interiores –pulmones de la ciudad y corredores ambientales– se han destruido; ser dueño de un bien patrimonial es una dura carga para sus propietarios; es ya muy difícil contar con personas conocedoras de técnicas constructivas tradicionales vinculadas con la tierra, tampoco es fácil conseguir los materiales adecuados para estos trabajos. La falta de lineamientos técnicos y legales construidos de manera participativa no permite que el patrimonio material e inmaterial se conserve y gestione como una acción colectiva y ciudadana que conoce y, por tanto, sabe valorar los bienes culturales que custodia. Vivimos el desafío de ser una urbe con una creciente demanda turística que vuelve urgente pensar el sentido que tiene vivir en una ciudad patrimonial y reflexionar sobre el ¿para qué? y el ¿para quién? el patrimonio. (O)
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