¡Exceso de candidaturas!

Las 17 precandidaturas presidenciales designadas por igual número de partidos políticos, en supuestos procesos de elecciones internas, constituyen una tremenda exageración; una situación que se podría analizar brevemente a partir de algunos factores, que dan cuenta de la crisis política y democrática que vive el Ecuador.

Un primer factor tiene que ver con una Ley electoral o “Código de la democracia” demasiado laxa en relación a los requisitos que se requieren para formar partidos políticos y, sobre todo, en relación a los requisitos para inscribir candidaturas. En este sentido, una solución a este problema podría ser la de exigir para la inscripción de las candidaturas, a más del auspicio de un partido político, el respaldo de al menos un 3% de los electores registrados en el padrón electoral, además del compromiso de que el candidato(a) que no obtenga por lo menos ese porcentaje de votos devuelva los recursos públicos gastados en su promoción electoral.

Un segundo factor se refiere a que la política tradicional ha llegado a tal nivel de degradación, que las candidaturas se han tomado muy “deportivamente” o con poca responsabilidad; de forma que, en muchos casos, cualquiera que se crea “presidenciable” consigue un partido para inscribirse como candidato; una situación que se ha visto favorecida por el hecho de que los llamados partidos políticos casi en su totalidad no son tales (con una ideología definida, una estructura organizativa y un funcionamiento continuo), sino simples maquinarias o clubs electorales. SI los partidos y las candidaturas respondieran a verdaderos proyectos ideológicos, y no a motivaciones personales o de grupos de interés, no deberían haber más de tres candidaturas presidenciales, a saber:  de derecha, centro e izquierda; o, si queremos introducir matices al centro, podríamos agregar una de “centroderecha” y otra de “centroizquierda”.

Un tercer factor para que haya un exceso de precandidatos(as) se relaciona con la creciente despolitización de las personas, y con el alto analfabetismo político que esto genera; de manera que, ante la ausencia de un pueblo atento, formado y exigente, cualquier oportunista, arribista, o improvisado y sin preparación, asume que puede presentarse como candidato(a). (O)

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