Los ecuatorianos quedamos cortos con las expectativas, cuando se inscribieron 17 binomios a las presidenciales. Nunca antes se ha visto semejante tragedia en un país sumido en la desesperanza. El gobierno actual y algunos sectores serios, luchando contra el terrorismo y el narcotráfico inmiscuido en la política; y otro grupo, deseosos de encontrar la impunidad de cualquier forma. Es notorio el silencio del CNE y la Asamblea Nacional (AN), cómplices por no reformar el Código de la Democracia e impedir a cualquier hijo de vecina considerarse presidenciable. Somos ingenuos pensando que algún día ocurrirá.
De los 17 binomios, 4 tendrían posibilidades reales de llegar: ADN del presidente Noboa, González de la RC, Cucalón de Construye; y Tópic, quien fue el último en patear el tablero. Al menos 9 binomios participarán como chimbadores de la tendencia anhelante de la impunidad y la intransigencia, buscando hacer fuerza para tener asambleístas y controlar la desprestigiada AN.
Para esta versión degradada de la AN, la RC apuesta con las mismas candidatas del relajo actual: Cabezas, Aguirre, Desintonio, Urresta, Palacios, y otras que son de la “casa” a quienes se suman las siempre correistas Verónica Arias (mimada del Chato Castillo), y Mireya Pazmiño ex PK, entre otras. Además, competirán los eximios seguidores del caudillo, Xavier Lasso y Ricardo Patiño quien regresó para dizque poner orden en su dividido movimiento, en medio de la vergüenza nacional que representó su paso por la gestión pública. Faltaría al menos dos espacios íntegros de opinión, para recordar las cositas de su autoría; nombremos unas pocas: narcovalija, pativideos, apoyo económico a Iglesias de Podemos en España, el descomunal gasto en adecuar la embajada para que Assange no sufra, el control de los garroteros y las células adoctrinadas en el modelo del siglo XXI.
Para muchos les bastará y sobrará incrementar en su curriculum haber sido candidatos a la presidencia de un país atormentado por una debilitada institucionalidad; la vanidad, es superior a cualquier intento de servir al país. No les basta el haber sido de una inoperancia supina en su pasado turbio, o aparecer de la chistera para creerse defensores de las clases desposeídas.
En el lenguaje común, chimbador es alguien que rompe la votación de su misma tendencia, para perjudicar a otro candidato con mejor desempeño. De estos especímenes hay tres clases: los ofuscados por la megalomanía de querer ser lo que nunca podrán, pero con la necesidad de hacerse conocer; los ingenuos a quienes algunos les convencen de poseer virtudes políticas o electorales inexistentes; y, aquellos comprados por cierto poder para debilitar a la democracia y destruir un país. Estos últimos aparecen cuando una tendencia está de capa caída, producto de un pretérito nefasto lleno de corrupción, siendo considerados como los mercenarios de las elecciones. Simplemente asquerosos. (O)