Capacidad de asombro

Constantemente buscamos recompensas inmediatas, lo que reduce la capacidad de apreciar lo que normalmente nos generaba asombro. Sentir asombro es ese sentimiento que tenemos ante algo grandioso que nos causa admiración o sorpresa.

Esta capacidad de asombro puede perderse por la sobrecarga de información, especialmente de la tecnología, que nos desensibiliza por la cantidad de estímulos que recibimos. A esto se suma la cotidianidad, donde la rutina hace que la vida sea predecible, sin buscar la posibilidad de experimentar situaciones inesperadas que nos hagan salir de esa inactividad en la que nos mantiene la monotonía.

A nivel individual, factores como el estrés prolongado, el cansancio mental, la crisis existencial, las desilusiones, la falta de fe, de no contar con ideales ni proyectos de vida o la poca empatía, nos lleva a vagar por el mundo, enfocados solamente en lo urgente, en lo efímero o en los pensamientos negativos.

Las consecuencias de la falta de asombro es sentirnos desmotivados, desinteresados por explorar nuevas ideas, experiencias, por ser más curiosos e innovadores, lo que implica una vida menos creativa y, por ende, menos enriquecedora.

El asombro también se liga a la percepción con el entorno o con los demás, pues no logramos conectarnos emocionalmente con los que nos rodean. Por lo tanto, los pensamientos o emociones negativas impiden alcanzar el sentido de bienestar, sin percatarnos de los maravillosos detalles que nos brinda la vida.

Para recuperar la capacidad de asombro debemos empezar por practicar la gratitud, ser más humildes ante las cosas extraordinarias, reconectarnos con la naturaleza, buscar nuevas experiencias y, particularmente, reducir el tiempo dedicado a la tecnología para recordar que, como humanos, tenemos la capacidad de interrelacionarnos y de experimentar nuevas sensaciones. (O)

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