22 de octubre de 1924. 22 de octubre de 2024. Cien años de cuando un grupo de quijotes dio origen a diario El Mercurio.
Nació de pie, con los ojos bien abiertos, provisto de fe en sí mismo, con conciencia crítica, con espíritu combativo, con una alta dosis de savia para, generando pensamiento, ayudar a alimentar el cuerpo de una ciudad como Cuenca; de una provincia preterida como Azuay, tan necesitados de información, de la opinión serena pero firme, de tener voz propia, una voz que retumbe para hacerse oír y respetar.
Rápidamente comenzó a caminar, y no ha parado durante los 365 días de cada uno de estos cien años de existencia.
Ha sorteado muchas batallas, intentos por callarlo, pero ha salido avante. Al contrario, se ha desarrollado. Ha vencido los rigores que supone el adelanto tecnológico en materia de comunicación, con mayor razón el de estos últimos años, vertiginoso y hasta demoledor por competitivo.
El Mercurio acumula cientos de miles y miles de páginas impresas con todas las metodologías, algunas inimaginables para las actuales generaciones. Igual de fotografías, de ilustraciones, de caricaturas, de suplementos, en fin, de todo cuanto hace posible perennizar el pensamiento.
En millones de palabras escritas está gran parte de la historia informativa de esta comarca austral, del país, del mundo. Todo cuanto fue noticia, temas de trascendencia para expresar la opinión desde distintas perspectivas ideológicas, están allí. No han sido víctimas de la corrosión por el tiempo, porque el conocimiento no muere, peor el surgido desde el buen periodismo.
Todo eso ha sido posible por el trabajo de cientos de periodistas, de columnistas y editorialistas; de trabajadores en los diferentes departamentos, de los anunciantes, de una empresa familiar, sostén y guía; sobre todo por la confianza de nuestros lectores cuyas sugerencias y crítica, nos han hecho creíbles, un logro celosamente cuidado.
El Mercurio les dice GRACIAS a todos. Seguiremos con ustedes. A ustedes nos debemos.
