¿Qué queda del Ecuador ?

Jorge L. Durán F.

Abstrayéndonos de los pródigos regalos de la Madre Tierra, que han hecho del nuestro un país único; por qué no de su gente, sobre todo de la de a pie, de aquella que no le queda más que seguir metida entre estos cuatro puntos cardinales, limitado, al norte por sembríos de coca, por resquicios de las exFarc y otros grupos armados colombianos; al sur, por los mineros ilegales, núcleos casi que invencibles de lobos, tiguerones y choneros; al este, igual por estas mismas lacras, y por ríos – y qué ríos – que se secan y son contaminados; al oeste, ya no por el Pacífico sino por el crimen organizado, que a punta de bala se ha tomado puertos, bahías, golfos, manglares, playas y hasta explanadas construidas disque para refinar petróleo. 

Sí, qué nos “va quedando” sino un miedo que nos eriza la médula espinal, un pánico que se apoltrona en el cerebelo; o, ante la disyuntiva del qué más nos queda, cierto compromiso de acostumbrarnos, quien sabe por qué tiempo, a convivir en medio de las atrocidades cometidas a diario por grupos delictivos de “alta gama”, prácticamente dispuestos a ponerle de rodillas al Estado para reinar a sus anchas, cooptando al Ejecutivo, al Legislativo, al Judicial y cuanto espacio que puedan. 

Hace pocas horas oí a un amigo sesudo decir que lo único que nos queda es cuidarnos a nosotros mismo, a “no dar papaya”; quiso decir, a cuidarnos de una bala perdida, a implorar al Infinito que no nos caigan encima “vacunadores”, secuestradores, los dedicados al “narcomenudeo”, los reclutadores de adolescentes para llevarlos a sus ejércitos de gatilleros.

O sea, dijo otro, a meternos en nuestras casas o lugares de trabajo, peor que cuando estuvimos con el puñal del Covid en la espalda.

Qué queda del gran Ecuador, del “ni un paso atrás”, del “sí se puede”, del “desde siempre, y hasta siempre”, sino un paquidermo envuelto en tinieblas, consecuencia de las “narices chatas” que lo gobernaron, chatas porque no vieron más allá de sus narices.

Abrir los diarios impresos, los pocos que quedan – eso más – o los digitales y leer que miles de profesionales huyen hacia Canadá y Australia por falta de oportunidades, u otros que se niegan a volver por las mismas razones, descorazona.

Y encima elecciones, y con tantos politiqueros oportunistas; y encima un legislativo, víctima de su mismo lodazal; y encima un Presidente ausente, esquivo, y tras él una caterva de cuervos listos para caerle encima; y encima, no llueve, todo es gris; encima un sol que quema, abajo una tierra que, igual, quema.

¡Caramba! (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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