La Navidad está a las puertas. Y como su real significado dio un giro de 360 grados debido al consumismo, desde ya se preparan los regalos.
Es la época en la cual no importa cuán oscuro esté el corazón humano, pero se encienden las luces y, como parte de este ritual, se piensa en los obsequios.
La niñez suele ser la más agasajada. Además, quién no reparte o recibe su funda de caramelos y galletas. Pero hay caramelos y caramelos, como hay galletas y galletas.
En tiendas de abarrote, en los supermercados y hasta en los sitios públicos donde se improvisan puestos para comercializar de todo aprovechando la Navidad, se ofrecen las clásicas fundas de caramelos.
En estos días ya se empacan las fundas, apetecidas hasta por los políticos.
Pero, al mismo tiempo, está lista la trampa por parte de ciertos comerciantes inescrupulosos. Cuando no.
Un operativo efectuado en Cuenca por la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) permitió el decomiso de fundas navideñas repletas con caramelos, galletas y otros productos caducados, en unos casos hacía tres meses; otros sin fechas de caducidad o borradas.
Funcionarios de esa institución encontraron, además, galletas de animalitos envueltas para ser empacadas por libras, sin tener la fecha de elaboración y caducidad.
Este proceder viola lo dispuesto en la Ley Orgánica de Salud, respecto de la oferta de alimentos procesados, concretamente de si presentan información falsa a los consumidores.
Pero no solo se atenta contra la norma jurídica; también con la buena fe de las personas, con su salud, y más todavía con la de niños y niñas.
Arcsa necesitaría de más inspectores para, en estas épocas, revisar los lugares donde se empaquetan y comercializan las tan apetecidas fundas de caramelos, adornadas hasta con la figura ficticia del “Papá Noel”, pero con productos caducados.
Nada justifica esta conducta antihumana. Es reprochable.