La sequía hidrológica, entendida como la “disminución en las posibilidades de aguas superficiales y subterráneas en un sistema de gestión durante un plazo temporal dado, respecto a los valores medios, que puede impedir cubrir las demandas de agua al cien por cien”, no solo es la causa principal para los apagones, cuyo final es impredecible.
¿Cuáles serán, por ejemplo, los efectos en las lagunas de oxigenación ubicadas en Ucubamba, a donde llegan las aguas residuales de Cuenca?
Los malos olores ¿no estarán esparciéndose, y “silenciosamente”, afectando al vecindario?
Lo decimos por percepción. Es ETAPA EP la llamada despejar cualquiera duda. No está por demás.
Tal inquietud vale también para el caso las “plantas de aguas residuales” existentes en lo demás cantones de la provincia.
Algo debe estar pasando en el ambiente a raíz del casi seco por completo río Tomebamba. Igual con las especies habitúes de su caudal. Su estado actual es deprimente. Esto también repercute en el ánimo de la gente, ni se diga en el paisaje.
El ruido de los generadores a ratos se torna insoportable. A esta contaminación auditiva se suma la generada por la combustión de la gasolina o el diesel. La “pitadera” de los intemperantes cuando no hay luz en los semáforos, más los nudos vehiculares en calles y avenidas.
Todo un coctel para afectar a la salud humana, más las altas temperaturas y la aparición imprevista de zancudos y otros insectos.
Y como si aquello no fuera suficiente, a pretexto de la sequía, los precios de verduras, frutas, y otros alimentos de consumo humano, están por las nubes; igual de los generadores, objeto, además, de engaños en lo relacionado a su real voltaje.
Pronto se conocerá sobre las consecuencias en la agricultura, la ganadería y piscicultura.
Si eso no convoca a reflexionar sobre la necesidad urgente para no seguir destruyendo la naturaleza, no solo por la “gente de a pie” si no hasta por el Estado, el futuro inmediato luce oscuro.
