Democracia disfrazada

Hay una no disimulada tendencia en ciertos gobiernos dictatoriales, para conservar las formalidades de un régimen democrático, los eventos eleccionarios por ejemplo, mientras por otro lado agotan las estrategias para perpetuarse en el poder a través de reformas legales maniobradas y manejando inmoralmente los organismos de control. Hacen esfuerzos por mostrarse como gobiernos democráticos, pero se conducen en el obscuro andarivel del abuso del poder.

El dictador nicaraguense Daniel Ortega acaba de enviar a la Asamblea Nacional de su país, de mayoría sandinista, un grupo de reformas a la Constitución: ampliando de 5 a 6 años el período presidencial, estableciendo la figura de “copresidenta”, que el ejecutivo coordine los demás poderes del Estado, que la Presidencia de la República sea la Jefatura Suprema del Ejército de Nicaragua, de la Policía Nacional y del Ministerio del Interior y, que se incluya como símbolo patrio a la bandera del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), partido en el gobierno desde hace 17 años. Lo de la “copresidenta”, a no dudarlo, constituye una osada dedicatoria a Rosario Murillo, esposa de Ortega, quién viene fungiendo de vicepresidenta del gobierno desde hace dos períodos y que, con la novedad propuesta, pasaría a tener, al mismo tiempo, las mismas atribuciones del presidente. Bien por el inédito dúo “Charito y Daniel”, ¡eso es paridad de género! Claro está, para ganar las últimas elecciones, el mencionado dúo metió presos a todos los candidatos de la oposición que podrían representar un riesgo para su reelección, a otros adversarios políticos los extraditó y a otros los descalificó mediante el manejo de los organismos de control electoral. No se necesita pues ser un erudito en política para entender que la peor plaga que puede haber sufrido el hermano pueblo de Nicaragua, es aquella constituida por Ortega, su esposa y quienes ahora medran del poder en la nación centroamericana. Como tampoco se necesita ser un sabio para entender cuál es entonces el espejo en que debemos mirarnos los ecuatorianos, de cara a las elecciones del próximo febrero.   (O)

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