Una nueva expectativa vial acaba de dar inicio con la firma del contrato entre el Gobierno y la empresa Korea Exspressway Corporation para los estudios de prefactibilidad de una nueva carretera entre Cuenca y Guayaquil.
Para algunos podría ser una promesa más. Pero por algo se comienza. El anuncio fue hecho hace un año ocho meses, durante el gobierno del entonces presidente Guillermo Lasso. El actual le pone la firma y dinero: USD 1,8 millones.
Los estudios se refieren a aspectos financieros, socio ambientales, legales y de ingeniería.
La información a obtenerse será la base para, y ojalá sea de inmediato, contratar los estudios de factibilidad, y conseguir el financiamiento para la obra, cuyo trazado disminuiría en hora y media el tiempo de viaje entre aquellas dos ciudades.
El Estado, por sí solo no podrá ejecutar la obra por falta de recursos económicos. Se pensaría, entonces, en echar mano de las alianzas público-privadas. El gobierno, según lo considera por el momento, contrataría a la misma empresa coreana para ese fin, dada su basta experiencia.
De concretarse, la nueva vía estaría lista en diez años, o más. Es duro asimilar este tiempo, pero es la realidad en un país donde la ejecución de las grandes obras está rodeada de toda vicisitud, incluyendo las de tipo político, como ocurrió cuando estaba todo listo para contratar la construcción de la actual Cuenca-Molleturo- Puerto Inca, uno de cuyos mayores problemas fue la falta de estudios de impacto ambiental, inexistentes en esa época.
En esta vía el Estado gasta millones de dólares en rehabilitarla cuando ocurren deslizamientos, sin importar su magnitud. Los tiempos de viaje por la distancia, por la constante suspensión del tráfico, tienen también su impacto económico, y no muchos se dan cuenta.
De allí la necesidad para construir la nueva vía. Pero contratar aquellos estudios y no ejecutarla sería una monumental burla. Ojalá no resulte así.