Todo apunta a que el próximo 9 de febrero dos fuerzas principales acapararán el ánimo de la población: la izquierda y la derecha, enfrentadas en un país dividido por un clivaje ya conocido como correísmo y anticorreísmo. Esta fractura no solo define las preferencias políticas, sino que también tiende a segmentar a la población entre zonas urbanas y rurales, así como entre clases sociales altas y las menos privilegiadas. Estas divisiones, aunque imaginarias, son conceptos que la ciencia política utiliza para interpretar el comportamiento de la ciudadanía frente a laselecciones.
Las encuestas publicadas tienen un denominador común: la baja o nula capacidad de las 14 candidaturas restantes para movilizar intenciones de voto significativas. El desafío para estas opciones ha sido enorme. No solo enfrentan dificultades para darse a conocer —muchos de ellos ni siquiera figuran en el imaginario mediático, y menos en el de la ciudadanía—, sino que incluso rostroscon cierto reconocimiento como Cucalón, Kronfle, Iza o Jairala no superan el margen de error en las encuestas. Esto refleja que, en el actual contexto de crisis energética, económica y de seguridad, la población parece inclinada a buscar certezas en los extremos conocidos, dejando poco espacio para alternativas diferentes.
En este escenario de incertidumbre, el electorado se moviliza hacia los polos. Desde abril pasado, tras la irrupción del gobierno en la embajada mexicana, el presidente Daniel Noboa dejó atrás su discurso conciliador y se posicionó como el abanderado de la derecha política. Ha reclamado un espacio que tradicionalmente pertenecía al PSC, CREO, y otros movimientos, pero que estos no han logrado consolidar en sus fórmulas presidenciales. Noboa, al anticiparse, ha asumido el papel de líder del anticorreísmo, apostando por un discurso combativo contra lo que denomina el «viejo Ecuador».
Por otro lado, Luisa González ha optado por una estrategia más moderada y propositiva, dejando que las figuras más fuertes del correísmo, incluido Rafael Correa, asuman la tarea de responder, atacar y denunciar las deficiencias del actual gobierno. Su enfoque, por el momento, busca mantener una campaña ambigua frente al poder, centrada en propuestas mientras delega las críticas más duras.
Así, las dos fuerzas antagónicas parecen encaminadas a protagonizar una especie de tercera vuelta para este 9 de febrero, en un escenario nuevamente polarizado y marcado por el enfrentamiento entre dos visiones opuestas del país.