Cuenca, conocida como la «Atenas del Ecuador», es un baluarte de tradiciones que han trascendido generaciones. Con sus calles empedradas, casas coloniales y el murmullo del río Tomebamba, la ciudad combina su rica historia con una vitalidad contemporánea que cautiva a residentes y visitantes por igual.
El legado artesanal es uno de sus sellos distintivos. Desde la filigrana en oro y plata hasta el famoso sombrero de paja toquilla —reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad—, Cuenca mantiene viva la herencia de sus maestros artesanos, quienes encuentran inspiración en la cultura local y la naturaleza que los rodea.
Desde las ferias de arte hasta festivales que celebran su independencia, refuerzan su papel como un epicentro cultural del Ecuador. Dentro de estas festividades, el aguardiente ocupa un lugar especial como una de las bebidas tradicionales más representativas. Este licor, destilado a partir de la caña de azúcar, no solo es un reflejo de la habilidad y creatividad local, sino también un acompañante infaltable en celebraciones y reuniones sociales. Su elaboración artesanal y su consumo, cargados de historia, conectan a quienes lo disfrutan con las raíces más profundas de la región.
Cuenca es un recordatorio de que las tradiciones no solo se preservan; también se reinventan para seguir siendo relevantes. Es en este equilibrio donde reside su verdadera grandeza, como un puente entre el pasado y el futuro. (O)
