¿Hemos logrado generar utopías contemporáneas? Los anhelos de una sociedad perfecta, la ciudad virtuosa, la comunidad justa, o el nuevo mundo, poco a poco se han convertido en imágenes obsoletas en la sociedad del realismo pragmático del capital. La hiper modernidad ha matado los sueños modernos, algo parecido pasó entre el neoliberalismo y el liberalismo. La imaginación de comunidades donde el ser humano viva su vida de manera libre e igualitaria han cedido al deseo de tener un pequeño espacio de privilegio en la sociedad de la carencia, la violencia y la desigualdad. La función orientadora de las utopías se ha roto, los futuros imposibles se tejen solo dentro de las coordenadas del mercado. Y ni hablar de la función crítica de la utopía, que fue desterrada al país de las maravillas, donde no llega la esperanza emprendedurista, que va por otro lado. La utopía anticapitalista está cada vez más cerca del despropósito. No obstante, el verdadero problema es que, en la sociedad de la novedad, ya no se imagina lo nuevo, incluso dentro de las propias posibilidades neocapitalistas. Es a todas luces una sociedad impotente en términos de su reformulación y una sociedad decadente en términos de su aceptación. (O)
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