Así como el país se unió para combatir la pandemia, es necesario que se una para combatir el desempleo, que es hoy la mayor tragedia social. Unirse no significa apoyar incondicionalmente el proyecto presentado por el gobierno. Significa debatirlo, mejorarlo, para que los siete de cada diez ecuatorianos que no tienen trabajo, puedan tenerlo.
Lamentablemente parece que el Proyecto ni siquiera será debatido, por una Asamblea desprestigiada que multiplica los vicios del pasado.
Hay quienes piensan que la única forma de ganar en política es haciendo oposición. En ese contexto este proyecto, más allá de los aspectos positivos que tiene y de los que deberían ser debatidos y mejorados, es anillo al dedo para hacer oposición, más ahora que se acercan elecciones de alcaldes y prefectos.
A ello se suma el hecho cierto de que varios dirigentes sindicales no defienden los derechos de los trabajadores sino los privilegios y el poder que ellos como dirigentes manejan y los intereses de los partidos a los que se deben.
Hoy existen tres posiciones: Los legisladores de gobierno apoyan el proyecto. Pachakutic y el correísmo se oponen a rajatabla. Y, una tercera posición: la del Partido Social Cristiano y la Izquierda Democrática que piden que el proyecto pase a debate en Comisiones y en el Pleno. En un país con un legislativo medianamente responsable esa debería ser la posición deseable: que se debata el proyecto para mejorarlo, negarlo o aprobarlo. No, bloquearlo de entrada. Pero eso es pedirle toctes al eucalipto.
Lo único que importa es buscar un camino que permita dar trabajo digno a la gente, a los siete de cada diez ecuatorianos que no tienen trabajo estable. No los intereses pasajeros de los dirigentes políticos ni los privilegios de unos pocos dirigentes sindicalistas. (O)