Agroproductoras, el sacrificio de su labor se marca día tras día

Se levantan a la madrugada, labran el campo y crían a los hijos.

A las agroproductoras azuayas no les importa si es de día o de noche, si están cansadas o enfermas con tal de ganar lo que necesitan para sostenerse a ellas y a sus sus hijos. Sus rostros reflejan su esfuerzo y dedicación pese a las adversidades.

La jornada de trabajo inicia muy temprano antes de que los primeros rayos del sol cubran las calles. Se levantan alrededor de las 02:00 o 03:00, con el propósito de alistar sus productos que cultivan en sus huertos o para cocinar deliciosos platos típicos.

Las que tienen mayores posibilidades económicas alquilan camionetas, mientras otras esperan por el primer turno de las unidades de transporte para llevar sus productos a las ferias auspiciadas por las instituciones públicas que se realizan, especialmente los fines de semanas a partir de las 06:00. 

La feria del Gobierno Provincial del Azuay, ubicada en el sector de la empresa eléctrica Centrosur, congrega una gran cantidad de agroproductoras. Ellas -detrás de su amabilidad con los clientes- guardan cientos de historias que demuestran su perseverancia.

Fortaleza 

Una carpa protege los tiestos donde Lilian Loja, de 29 años de edad, junto a su esposo hacen las tortillas de maíz y choclo que acompañan con un morocho o chocolate caliente para el frío.

Lilián, quien tiene un hijo de 8 años de edad, está por titularse como médico en la Universidad de Cuenca a pesar de una serie de obstáculos en su vida como el problema de alcoholismo de sus padres. Abandonó su comunidad Pamar Chacrín, de la parroquia San Bartolomé, del cantón Sígsig, para trasladarse hace unos años a Cuenca en busca de mejores días.

Se siente orgullosa, espera con ansias que inicie en mayo el internado para completar uno de los requisitos finales para desempeñar su profesión. Lilián trabaja desde los 18 años (cuando se casó) para ayudar a su marido, pagar los estudios de su hijo, y cumplir su sueño de terminar su carrera universitaria.

Rosa Suquilanda, de 59 años de edad, de la parroquia Chiquintad, del cantón Cuenca, lleva en una olla el mote que cocina las madrugadas de los sábados para llevarlo a la feria de agroproductoras con otros productos del campo incluso pollos pelados.

Cumple esta actividad desde hace 11 años tras retirarse de las aceras de los alrededores del mercado 9 de Octubre debido a los controles de las autoridades municipales para frenar las ventas ambulantes.

Rosita -como le gusta que le digan- mantiene a su esposo, quien no puede trabajar porque tiene graves inconvenientes de salud. Así se ha convertido en el sostén de su hogar, sin ella no podrían sobrevivir.

Rosa Lliguín trabaja desde hace nueve años en la feria de agroproductores del GAD Provincial. La mujer de 54 años de edad, oriunda de la parroquia Jadán, del cantón Gualaceo, vende plantas medicinales por herencia de su madre.

Tuvo cinco hijos, de los cuales, cuatro están vivos porque uno falleció hace ocho años aproximadamente. Para ella el trabajo del sector rural es duro porque al mismo tiempo de cuidar a los hijos, se labra la tierra y se apoya al esposo en todo lo que esté al alcance.

“Madrugamos para ganar alguito para poder llevarlo a los guaguas”. Esas fueron las palabras de Catalina Suconota, de 41 años de edad, de la parroquia Quingeo, del cantón Cuenca, quien además de asistir a la feria de agroproductoras labora entre semana como empleada doméstica.

No existe un día de descanso porque en su mente está trabajar para ganar más dinero con el propósito de satisfacer las necesidades de sus siete hijos, de los cuáles, tres están en el colegio y dos en la escuela.

Catalina anhela que sus hijos se gradúen y estudien en la universidad para que obtengan un título universitario. (BPR)-(I)

DETALLE

De las cuatro mujeres, solo dos conocen de la conmemoración del Día de la Mujer. Para ellas las mujeres no tienen límites, ni horarios cuando se trata de luchar por el bienestar de los suyos.



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